María de Jesús (derecha) y María Teresa (izquierda) en brazos de sus padres.
GUATEMALA.- Las siamesas guatemaltecas María de Jesús y María Teresa que fueron separadas del cráneo en los Estados Unidos, terminaron hoy el período de aclimatamiento y observación en un hospital de Guatemala, en donde los médicos las dieron de alta y por primera vez en sus 17 meses de vida fueron a casa con sus padres.
"Me siento muy feliz porque estamos por fin en casa (...) pasamos meses duros pero todo fue por el bienestar de nuestras hijas", dijo el padre de las gemelas Wenseslao Quiej, al llegar a su nuevo hogar.
Las niñas somnolientas y vestidas con pijamas amarillos descendieron en brazos de sus padres de una camioneta que las trasladó desde el hospital y cuando llegaron a casa, una multitud de periodistas las sorprendió.
El pediatra de las niñas, Ludwig Ovalle, afirmó que "decidimos dar el alta hoy (...) sus condiciones generales de las gemelas son estables".
Las niñas nacieron el 25 de julio de 2001 en una clínica de Mazatenango, a unos 150 kilómetros al suroeste de esta ciudad, y al verse su situación, fueron trasladadas a un hospital del seguro social en la capital del país, en el que permanecieron nueve meses.
Las organizaciones no lucrativas Fundación Pediátrica Guatemalteca (FPG) y Healing The Children contactaron con el Mattel Children Hospital de Los Angeles, en donde el 6 de agosto médicos, encabezados por el neurocirujano Jorge Lazareff, donaron su tiempo y separaron a las pequeñas en una cirugía de 23 horas.
Tras un período de recuperación y algunas cirugías adicionales, las niñas regresaron a Guatemala. El miércoles los médicos las dieron de alta y regresaron a casa junto a sus padres y dos enfermeras que ayudarán a atenderlas, informó la FPG.
La fundación les donó una casa amoblada en un sector de clase media al sur de la capital, en donde se asentarán. El padre de las pequeñas también recibió una oferta para trabajar como mensajero en la FPG.
Los vecinos de la colonia en donde viven las pequeñas salieron a las calles para verlas llegar y se apostaron frente al hogar de sus nuevos vecinos. "Aquí van a vivir las Mariítas -como las llaman aquí- y quiero verlas", dijo Luis Mendoza, un niño de 10 años.
Los vecinos colocaron un rótulo de tela en la entrada de la colonia que decía "bienvenidas Mariítas".
La cirugía que les separó los cráneos ha sanado y ahora el desafío de las niñas es superar las secuelas motoras que les ocasionó vivir unidas de la cabeza para lograr el desarrollo de un niño normal de su edad, explicó recientemente Lazareff.
Ovalle, que también es director pediátrico de la FPG, informó que dos terapeutas están trabajando con ellas y el tiempo en que durará la terapia es incierto. Las sesiones son de dos horas diarias y en la semana que llevan ya muestran resultados positivos.
Ésa es una de las razones por las que la fundación les donó una casa cerca de la capital, para que puedan ser atendidas adecuadamente y no volvieran a la empobrecida aldea Belén, a unos 160 kilómetros al suroeste de la capital, en donde los esposos Quiej Álvarez solían vivir.
Según Ovalle, en ese lugar los servicios son muy precarios, el ambiente no garantiza el desarrollo normal de las niñas y serían vulnerables a padecer enfermedades comunes que si no son atendidas podrían matarlas.