WASHINGTON.- Estados Unidos, que afirma haber alcanzado el límite de su paciencia con Bagdad, presionará este viernes al Consejo de Seguridad de la ONU para poder lanzar a corto plazo una operación militar para derrocar al gobierno iraquí.
La reunión será clave para el gobierno de George W. Bush, que ha empeñado gran parte de su imagen en su decisión de desarmar a Irak, incluso por la fuerza.
Washington trata de desalentar toda oposición, argumentando que la ONU podría convertirse en "irrelevante" si no se pliega a las posiciones estadounidenses y todo país que proponga dar más tiempo a las inspecciones en Irak es acusado de hacer el juego a la dictadura de Bagdad.
El secretario de Estado Colin Powell estará presente en esta reunión destinada a escuchar un crucial informe de los inspectores de desarme de la ONU, Hans Blix y Mohamed El Baradei, sobre el estado de la cooperación iraquí.
La consejera de Seguridad nacional de Bush, Condoleezza Rice, viajó a Nueva York el martes para reunirse con los dos expertos, cuyas palabras podrían pesar mucho sobre una posterior resolución preconizada por Washington.
Powell declaró haber comenzado ya las gestiones en ese sentido. Los debates de esta jornada podrían acelerar la puesta a punto de un texto que autorice el uso de la fuerza, según el jefe de la diplomacia estadounidense.
El secretario de Estado criticó por otra parte la propuesta franco-alemana de reforzar las inspecciones, afirmando que ello permitiría "salvar el pellejo" al Presidente Saddam Hussein.
La dureza de las declaraciones traduce la cólera de Washington ante la aparente determinación de Francia y Alemania, apoyados por Rusia, China y Siria en el Consejo de Seguridad, de ofrecer una alternativa -por lo menos a corto plazo- a los planes militares estadounidenses.
Contando con el apoyo de Gran Bretaña, España y Bulgaria, Washington debe convencer a países que no han tomado una decisión, como Angola, Guinea, Camerún, Pakistán, México o Chile para lograr los nueve votos en 15 necesarios para que el Consejo de Seguridad apruebe una resolución.
Las dificultades encontradas en la ONU se reproducen en la OTAN, la alianza militar más sólida de Estados Unidos, con la resistencia que oponen Francia, Alemania y Bélgica, hostiles a medidas de apoyo a Turquía consideradas como parte de una "lógica de guerra".
Aunque el Presidente Bush afirma que no ha tomado aún la decisión de atacar, la decisión de Washington a enfrentar al régimen iraquí no suscita dudas, en vista del acelerado despliegue militar en la región del Golfo.
La retórica anti-iraquí de Washington, que ahora liga a Bagdad a la red terrorista al Qaida de Osama bin Laden, no deja otra salida que el derrocamiento del régimen de Saddam Hussein.
Una operación con el aval de la ONU daría a Washington una base útil para convencer a la opinión pública estadounidense e internacional de la legitimidad del conflicto, lograr el apoyo de países árabes escépticos y encontrar socios para colaborar en la reconstrucción de Irak.
Sin ese apoyo, Bush se encontraría casi en la obligación de cumplir su promesa y partir a la guerra con una simple coalición circunstancial, una perspectiva que pone a sus más cercanos aliados como el Primer Ministro británico Tony Blair en situación embarazosa.