BASE DEL CAMPO DEL CUERPO DE LOS MARINES, VIRGINIA.- Un helicóptero aterriza en un claro del bosque. Periodistas y marines saltan y corren directamente hacia la línea de tiro del enemigo.
La metralletas tabletean mientras persiste el ruido de las aspas del helicóptero y el jefe de la tropa grita las órdenes. El grupo se tira al suelo, salta y corre un par de metros más. Busca cubrise. Si esta imitación de una acción de guerra fuese verdad, la situación no tendría muy buena pinta.
A fin de preparar a los corresponsales para el caso de una guerra en Irak, el Departamento de Defensa en Estados Unidos ha organizado una serie de campamentos de entrenamiento, "los Media Boot Camps", en los que se ofrece "una formación básica" a periodistas, fotógrafos y cámaras que podrán acompañar a los soldados estadounidenses en el campo de batalla.
En la Segunda Guerra del Golfo, el Pentágono quiere permitir que los medios tengan acceso a los escenarios de batalla para -según explican- poder contrarrestar la "propaganda" de Saddam Hussein.
El programa se llama "embedding", algo así como "empotramiento".
Los medios, por su parte, están contentos, aunque no dejan de mostrar cierto escepticismo ante el ofrecimiento de que sus periodistas sean "acoplados" junto a las tropas estadounidenses.
Algunos se preguntan si realmente no corren el peligro de ser usados como parte de una campaña informativa, si en el momento crítico serán censurados o se les impedirá ejercer su labor, como ocurrió frecuentemente durante la guerra de Vietnam.
Ni en la primera Guerra del Golfo ni en la de Afganistán los reporteros tuvieron libre acceso a los soldados y lo ocurrido en el campo de batalla.
Pero Bush quiere asegurarse de que en la guerra de la información tendrá buenas cartas, y para ello ha creado la "Oficina para la Comunicación Global".
Además, desde la guerra de Afganistán existen en Islamabad, Londres y Washington oficinas abiertas las 24 horas, ideadas para asegurarse de que Estados Unidos no vaya por detrás en la exposición de lo que ocurre en el campo de batalla.
En este sentido, el programa de entrenamiento tiene como objetivo que el público conozca la verdad, asegura un portavoz del Pentágo. "Nos comprometemos a dar el mayor acceso posible, siempre y cuando se pueda acoplar el personal y los criterios tácticos de seguridad de la misión lo permitan".
Entrenamiento básico
Para que los periodistas no sean un incordio para los soldados, en el campamento, que ha tenido lugar en unas instalaciones militares al sur de Washington, se les ha familiarizado con los conocimientos elementales.
Para los cerca de 60 partipantes esto ha significado tener que levantarse a las 05:00 de la mañana, comer el mismo rancho que los soldados, aprender nociones básicas de minas terrestres y a orientase con una brújula, así como primeros auxilios.
También han tenido que aprender cómo ponerse en menos de nueve segundos una máscara que les protegerá de un ataque con armas NBQ (Nucleares, Bacteriológicas y Químicas). Todo este conocimiento práctico lo han puesto a prueba en una sala repleta de gas lacrimógeno. Durate una marcha por el bosque, con las gélidas temperaturas invernales, fueron atacados con balas de fogueo y bombas de humo.
En el campo de tiro se les mostró el arsenal de armas. "Este es mi bebé", dijo un joven marine, orgulloso de su lanzacohetes "Javelin", que cuesta 125.000 dólares.
Aunque el curso pudiera parecer una variante de unas vacaciones con deportes de riesgo, para muchos participantes no ha sido fácil. El período de prueba podría acabar dentro de unas semanas y entonces se pasará a la cruda realidad.
El término "empotramiento" sugiere una relación estrecha y desconocida entre los medios y los militares. Para no dar la impresión que que soldados y reporteros son iguales, algunos se negaron a ponerse el uniforme. Pero lo que muchos no pueden prometer es si en la batalla también renunciarán a la ropa de camuflaje para subrayar su papel de observadores independientes.
Los expertos en armas NBQ se han encargado de dejar claro a sus invitados cuán peligrosa puede llegar a ser la guerra. Un ataque en el que el enemigo emplee armas de destrucción masiva como materiales químicos inhalables y de colores neutros podría ser "el infierno", explicó un oficial.
Los militares han insistido en que las mejores posibilidades de sobrevivir son los conocimientos y el equipo de los militares estadounideses: Indumentaria moderna y adecuada para la protección, así como tiendas de campaña de descontaminación.
Para evitar un ataque, los periodistas tendrán que renunciar a los teléfonos satelitales, ya que los impulsos electrónicos que emiten podrían revelar su posición.
Pero aparte de una serie de advertencias de seguridad, está previsto que a los medios no se les imipida informar, incluso si lo hacen de víctimas civiles o bombardeos que por error destruyeron mezquitas.
Con este experimento de juntar a los periodistas con tropas el Pentágono espera ganar credibilidad, tan necesaria en la era de Internet, CNN y Al Jazeera.