Una de las explosiones en Bagdad.
SANTIAGO.- Abatido. Así me dejaron por momentos las imágenes que llegaban por la cadena CNN del masivo ataque aéreo ordenado por el mando militar estadounidense en contra de Bagdad.
Pese a que la televisión informaba que los objetivos eran netamente militares, no pude dejar de pensar en las víctimas fatales que se podían estar produciendo en ese minuto, mientras yo, algo agitado y con una incomprensión cada vez más grande por la destrucción que se genera, miraba las imágenes que llegaban en vivo y directo.
¡En vivo y en directo...En vivo y en directo! Una locura lo que se está haciendo, pensé. Destruyendo una ciudad. Una ciudad que, por lo demás, tiene miles de años de civilización.
No cuestionaré el objetivo de la guerra. Mientras veo caer las bombas no me pregunté si es justo o no que Estados Unidos ataque por las razones que sea. No quiero, en este relato, darles a conocer mi visión de esta guerra. Si es por el petróleo o si es por la defensa de la humanidad. El ataque ya comenzó y es una realidad que está ahí, que sucede ahora, segundo a segundo, mientras usted lee esto y yo sigo pegado a la TV para informarle lo que pasa.
Muchas columnas de humo se elevan desde los edificios destruidos en Bagdad.
No sé si le estoy transmitiendo las sensaciones que viví hace un rato. No sé, tampoco, si usted sentirá lo mismo cuando vea en los noticieros lo que le estoy narrando. Y tampoco sé si la foto de portada y el texto que lo acompaña le provocan algo. Espero que sí, pero no porque resulte atractivo verlo o mantenerse informado, sino porque, al igual que yo, se cuestione y no logre comprender tanta destrucción.
Así como tampoco lo comprendieron los otros periodistas que se agolparon sobre los dos televisores por los que "cubrimos" la guerra, con voces de espanto y caras de asombro por lo que veían.
"¡Imagino que la gente debe estar diciendo paren, por favor", escuché decir a la periodista que se sienta a mis espaldas, derechamente más sensible que yo en varias materias, pero aparentemente menos afectada que yo con todas las bombas que caían.
Imaginé también qué sería de Santiago con una descarga así, mientras ciudadanos y periodistas de otras partes del mundo ven la transmisión que una cadena de televisión podría estar emitiendo desde el edificio de la Telefónica o desde el cerro San Cristóbal.
Gran parte de Bagdad arde luego de los bombardeos.
Así se ve de noche la capital iraquí, como Santiago o como Barcelona o como Concepción... no sé. Sólo sé que resulta muy fácil ímaginarse a Santiago bajo las bombas. Porque así se ve Bagdad de noche por la CNN. Como cualquier ciudad del mundo, mirada desde las alturas. Salvo que esto es real. Salvo que mientras debo informarles lo que pasa en Irak, y mi jefe me pide que escriba este relato y me deja sin posibilidades de ir a almorzar, ciudadanos iraquíes mueren y están aterrados por el incesante retumbar de las bombas de los B-52.