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Badgad mantiene sus costumbres, a pesar de la guerra

Los ciudadanos comen, oran y se distraen como siempre. Al anochecer la capital se ilumina con el alumbrado público y se adormece, "al son" de los bombardeos.

27 de Marzo de 2003 | 14:23 | AFP
BAGDAD.- Bagdad se niega a cambiar sus costumbres, a pesar de una semana de bombardeos: sus mezquitas acogen a los fieles, sus barrenderos la limpian, sus panaderos y sus mercados la alimentan, sus automóviles la animan y sus cafés la distraen.

La voz de los almuédanos, procedente de centenares de mezquitas, la despierta de un sueño agitado por el ulular de las sirenas, el ruido de los bombardeos y el llanto de niños asustados.

Los camiones de basura recogen los desperdicios amontonados en las aceras de las grandes avenidas. Poco después, los primeros autobuses comienzan a recorrer sus calles, seguidos de taxis colectivos o individuales en busca de clientes.

"A pesar de la guerra, siempre encontrará un medio de transporte. No tenemos miedo", asegura el chofer Ali Hussein.

Se forman grupos delante de las panaderías para comprar los panes en forma de rombo que los bagdadíes comen en el desayuno.

En los barrios, en las plazas o delante de los edificios públicos, milicianos del partido Baath, militares y policías, que pasaron la noche en las trincheras o detrás de pilas de sacos de arena, se abalanzan a los tenderetes para saborear un té mientras esperan el relevo.

Al Arab expone todo tipo de mercancías. "Almacenamos los productos en casa y cada día transportamos una parte en nuestras camionetas", explica Mohammed Azzis, especialista en bebidas gaseosas.

A media jornada, empiezan los "tacos" y el sonido de las bocinas. Casi todos los comercios están cerrados, pero en las aceras se pueden encontrar los productos más variados, como por ejemplo antenas para captar mejor la televisión local después de un bombardeo o toneles de plástico.

En el mercadillo de Al Ghazal, la gente, sonriente, compra todos los días pájaros, peces, jaulas o acuarios. "Como los niños están en casa, hay que distraerlos", dice Um Mohammad.

Los adultos también buscan cómo pasar el tiempo pues la mayoría de las oficinas están cerradas, así como muchos de los talleres y comercios. "Visito a mis amigos, a la familia, miramos la televisión", dice Tarek Adib, un carpintero bagdadí.

Los hombres frecuentan los cafés. En Al Zahaui, algunos clientes juegan al dominó bebiendo té. Shaker Mohamad, un mecánico de 46 años, fuma su narguile con la mirada perdida en el vacío.

El propietario del establecimiento asegura que el número de clientes aumentó desde el comienzo de la guerra. "Abrimos de las siete de la mañana hasta las nueve de la noche y eso no cambia", dice Kais Abdul Gabbar.

Mientras se pone el sol, la ciudad se vuelve a animar. Algunos almacenes abren durante algunas horas, los restaurantes sirven a los últimos clientes, los peluqueros trabajan y los jóvenes juegan las últimas partidas en los clubes de billar o compran cintas de música para la noche.

La noche cae, pero Bagdad se ilumina con el alumbrado público y se adormece, "al son" de los bombardeos.
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