CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Juan Pablo II publicó hoy una nueva encíclica, la número 14 de sus casi 25 años de Pontificado, en la que resalta el significado central de la Eucaristía para la Iglesia Católica y reitera la presencia real de Cristo en el sacramento.
"Ecclesia de Eucharistia" ("La Iglesia vive de la Eucaristía") es la primera encíclica desde la publicación en septiembre de 1998 de "Fides et Ratio" ("Fe y razón"). El Pontífice tenía previsto firmarla en la tarde de hoy, durante los oficios de Jueves Santo en la Basílica de San Pedro del Vaticano.
En el documento, que contiene unas sesenta páginas con más de cien indicaciones numeradas y que se dirige especialmente a obispos y sacerdotes, el Papa repasa punto por punto la doctrina católica vigente hasta el momento en torno a la Eucaristía sin realizar en ella ningún tipo de variación.
La afirmación central, que se puede leer una y otra vez a lo largo del texto, es que la Eucaristía es "fuente y cima de toda la vida cristiana" -algo ya establecido por el Concilio Vaticano II-, que es el principal vínculo de unión de la comunidad eclesial y que ayuda a reforzar dicha unión.
"La Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es de lo más precioso que la Iglesia puede tener en su caminar por la historia", señala Juan Pablo II, de 82 años, en la introducción de la encíclica.
Según el magisterio católico, el sacramento de la Eucaristía fue instaurado por Jesucristo en la Última Cena, que se recuerda precisamente en Jueves Santo.
En dicho sacramento, uno de los puntos centrales de la fe católica, los sacerdotes repiten las mismas palabras que Jesús pronunció en aquella ocasión y, con ello, llevan a cabo el llamado milagro de la "transubstanciación", a través del cual el pan y el vino utilizados en la celebración de la misa se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo.
En "Ecclesia de Eucharistia", el Papa señala que el sacramento de la Confesión y la Eucaristía deben ir siempre juntos, y que se deben abstener de comulgar aquellas personas que no estén en el llamado "estado de gracia", es decir, que hayan cometido un pecado mortal y no se hayan confesado.
También afirma, parafraseando el Código de Derecho Canónico, que se puede excluir del sacramento a aquellas personas que "obstinadamente persistan en un manifiesto pecado grave", en clara alusión a la prohibición vigente de recibir la comunión para los divorciados que se han vuelto a casar.
El Papa asegura además que sólo los sacerdotes pueden decir misa y advierte en contra de "abusos" que puedan desvirtuar el valor del sacramento, al que sólo pueden acceder los bautizados. También lamenta que en algunos lugares "se constata un abandono casi total del culto de adoración eucarística" y no se celebra la liturgia con la dignidad y solemnidad que merece el sacramento.
Por otra parte, llama a los católicos a no participar en otras celebraciones similares a la Eucaristía que se llevan a cabo en otras Iglesias, como por ejemplo la Última Cena luterana. Con ello, el Papa pretende "no avalar una ambigüedad sobre la naturaleza de la Eucaristía y, por consiguiente, faltar al deber de dar un testimonio claro de la verdad". Asimismo, también se prohíben las celebraciones conjuntas entre católicos y protestantes.
Este último punto ha desatado las críticas de grupos reformistas católicos como Somos Iglesia o Iglesia de Abajo, que consideran la Encíclica un golpe contra el ecumenismo. Además, creen que es una "advertencia" por parte del Papa, seis semanas antes del Congreso Eclesiástico Ecuménico que católicos y protestantes celebrarán a finales de mayo en Berlín.
Por el contrario, la Iglesia luterana alemana, la principal Iglesia protestante a nivel mundial, reaccionó con moderación. Su prefecto, Manfred Kock, dijo simplemente que la Encíclica es la constatación de que entre ambas Iglesias hay diferencias en torno a la comprensión del magisterio sacerdotal y que debido a ello no es posible una celebración conjunta de la Cena del Señor.
La Encíclica, que este año sustituye a la tradicional carta a los sacerdotes con motivo de la Semana Santa, está escrita en un tono muy personal. El Papa la contempla como una especie de "piedra miliar" que marca las bodas de plata de su Pontificado.
Juan Pablo II llevaba ya tiempo anunciando un documento sobre el tema, pero no pudo escribirlo hasta el momento, impedido sobre todo por las intensas celebraciones del Jubileo del Año 2000. Su último gran mensaje pastoral fue la carta "Novo Millennio Ineunte" ("Al comienzo del nuevo milenio"), en la que habló de los retos a los que se enfrenta la Iglesia en el tercer milenio.