PARÍS.- La actriz francesa Brigitte Bardot, símbolo sexual de los años 60, vuelve a la actualidad con un libro en el que compara el mestizaje humano con la degeneración de las especies animales, a cuya defensa dedica buena parte de su tiempo y su notoriedad.
El título del libro, "Un cri dans le silence" (un grito en el silencio), es ya en sí una declaración de intenciones de la que fue conocida por sus iniciales, BB: un sermón n el desierto de una sociedad francesa cuyo estado le "espanta", según confiesa en una entrevista publicada hoy por "Le Figaro".
Para prueba, un fragmento sobre "la cultura del mestizaje": "Mientras entre los animales la raza alcanza cumbres de vigilancia extrema y los bastardos son considerados residuos a los que se deja pudrir en las perreras o a los que se mata sin compasión, a nosotros se nos reduce a sentir un orgullo políticamente correcto por mezclarnos, por cruzar nuestros genes".
Por si no quedaba claro, la mujer cuyas formas sirvieron para esculpir la "Mariane", que en muchos edificios públicos simboliza la República francesa, establece un vínculo entre el estado de Francia y los inmigrantes que, para ella, atentan contra la esencia de su país.
Alude, por ejemplo, a las enfermeras españolas contratadas por los centros sanitarios galos a falta de especialistas locales: "las andaluzas llegadas de España para cubrir, con un toque de flamenco, la carencia trágica de enfermeras, le lanzan a uno un ’Olé’ cuando les dice ’ay, ay, ay".
"Uno no se puede escandalizar cuando clandestinos o pordioseros profanan y asaltan nuestras iglesias para transformarlas en corrales humanos, defecando detrás del altar, orinando en las columnas, extendiendo su olor nauseabundo bajo las bóvedas sagradas del coro", añade la actriz.
Tras despotricar contra las ayudas que se conceden a los inmigrantes, mientras los franceses en situación de necesidad no reciben más que "los restos", se manifiesta "contra la islamización de Francia".
"Nuestros antepasados, nuestros abuelos, nuestros padres han dado sus vidas desde hace siglos para echar de Francia a todos los invasores sucesivos", escribe en su libro.
Frente a ese pasado glorioso, ahora "se ha perdido todo referente moral, nuestra sociedad se ha transformado demasiado deprisa, demasiado mal y este viejo país cristiano de cultura, pero laico en su funcionamiento, este viejo país al que amo está hoy marcado por un Islam demasiado importante que tiende a rechazar el laicismo".
Pero la furia de BB no se detiene en los extranjeros, sino que también se dirige contra las mujeres que se han lanzado a la política y que, a su juicio, "al margen de raras excepciones, no hacen más que cometer sandeces, embebidas por un poder que les supera".
Y se atreve a dar consejos a algunas de ellas, como la ex ministra de Justicia y Asuntos Sociales la socialista Elisabeth Guigou, que "debería poner su belleza al servicio del reposo de su guerrero".
También le propone que dedique "su tiempo libre a tomar el té con su compañera de regimiento de las ’35 horas’ (en alusión a la también ex ministra Martine Aubry), que no debe de ser el reposo de ningún guerrero".
En cuanto a la actual ministra de Ecología, Roselyne Bachelot (de derechas), la considera "incapaz de diferenciar un lince de un gato" y dice que ocupa su cargo "en recompensa de sus buenos y leales servicios".
BB se considera obligada a pronunciarse sobre todo lo que no le gusta de la sociedad francesa porque lo hace en interés de la que es su gran causa, la defensa de los animales a través de la fundación que lleva su nombre.
"Si se constatan hoy regresiones inadmisibles en el respeto del mundo animal -vestidos con piel de gato, por ejemplo- es porque toda la sociedad va mal", argumenta.