El general Franks en conferencia de prensa en el Pentágono.
WASHINGTON.-Tommy Franks, el general de cuatro estrellas elegido por el Presidente George W. Bush para organizar y ganar las guerras de Afganistán e Irak, se va del Ejército en silencio y en medio de una inmensa popularidad ciudadana.
Fuentes militares informaron hoy de la retirada de este militar de 57 años, que en julio concluía oficialmente su mandato al frente del Mando Central de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
Hasta la fecha no se descartaba que Franks pudiera emprender un nuevo mandato, después de que rechazara la posibilidad de ocupar el puesto de jefe de todo el Ejército estadounidense, cargo que le ofreció el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld.
Pero Franks ha preferido mantenerse al margen de las fuertes tensiones que genera en el Pentágono el intento de Rumsfeld de renovar a fondo el Ejército, lo que le ha llevado a enfrentarse con sus generales, incluido el actual responsable, Eric Shinseki.
Nacido en Oklahoma pero tejano de adopción, el general Franks es un veterano de Vietnam, la guerra más traumática de la historia de EE.UU., en la que perdieron la vida unos 58.000 estadounidenses.
A pesar de que podía haber jubilado a mediados del año pasado, el Presidente Bush y sus consejeros encargaron a Franks que liderase en 2001 la guerra de Afganistán y luego que comandara la invasión de Irak.
Los destinos de Bush y Franks han corrido paralelos desde hace mucho tiempo. Las familias de ambos se mudaron a Texas en la misma época; los Bush desde Connecticut, y los Franks desde Oklahoma.
Jefe del Comando Central del Ejército estadounidense desde julio de 2000, Franks compartió las aulas de un instituto de la ciudad de Midland, en Texas, con la actual primera dama Laura Bush aunque, según el testimonio de ella, no eran amigos.
A pesar de que se matriculó en la Universidad de Texas, Franks dejó los estudios superiores y se alistó en el Ejército.
Luchó en Vietnam -una experiencia sobre la que apenas habla-, sirvió en Corea, Alemania y la Guerra del Golfo, y ganó tres condecoraciones por otras tantas heridas en combate.
Cuenta entre sus éxitos como estratega militar con el desarrollo de tácticas de fuego de largo alcance contra unidades móviles.
Los que han servido con él, como el almirante retirado Archie Clemins, comentan que Franks no tiene una personalidad real y otra artificial creada para tratar con los periodistas.
"Lo que se ve de él es lo que hay", según Clemins.
A diferencia de uno de sus antecesores más conocidos, el general Norman Schwarzkopf, que se movió como pez en el agua ante las cámaras durante la guerra del golfo Pérsico en 1991, Franks ha demostrado tener una auténtica aversión a exponerse a la luz pública.
Se le atribuye una actitud paciente y cuidadosa, lo que le convierte en un buen complemento de la personalidad inquieta de su jefe directo, el secretario de Defensa Rumsfeld, al que la prensa le adjudica un carácter impaciente y, a menudo, insolente.
Sin embargo, según publicó la revista "Time", a Franks se le da bien "contentar" al exigente Rumsfeld sin que eso signifique que da su brazo a torcer.
Justo antes de la guerra de Irak, una denuncia anónima provocó una pequeña mancha en su historial. El inspector general del Departamento de Defensa le investigó por la supuesta presencia de su esposa Cathy -con quien se casó hace más de 30 años y tiene una hija- en reuniones restringidas para discutir información clasificada.
El denunciante también acusaba al jefe del Comando Central de no pagar el coste de los viajes de su esposa a bordo de aviones militares y de asignar a su cónyuge un guardaespaldas y un secretario, ambos personal militar.
La investigación determinó que Franks permitió "inadvertidamente" que su esposa estuviera presente en reuniones de acceso restringido, pero le exoneró de los otros dos cargos.
A partir de ahora podrá disfrutar más de escuchar música "country", que es una de sus aficiones favoritas hasta el punto de que cuando visitó a las tropas destinadas en Afganistán en noviembre del año pasado, no tuvo reparos en entonar una canción tejana.
Después de soltar varios gorgoritos, dijo a modo de declaración de principios: "Tenemos que tomarnos nuestro trabajo muy en serio, pero nunca debemos tomarnos a nosotros mismos demasiado en serio".