WASHINGTON.- Los servicios secretos estadounidenses están en el banquillo de los acusados por su papel en la crisis iraquí, confrontados a sospechas de incompetencias, al acusárseles de haber manipulado las investigaciones con fines políticos.
Después de que el secretario de la Defensa Donald Rumsfeld reclamó un estudio sobre la calidad de las informaciones ultra secretas suministradas a los responsables políticos, es el turno de los responsables parlamentarios de reclamar esta semana que se esclarezca de forma exacta el papel que jugaron las agencias de inteligencia.
La comisión especializada de la Cámara de Representantes también pidió a la CIA "reevaluar" el tema de la existencia de armas de destrucción masiva (ADM) en Irak y los lazos entre ese país y la red terrorista Al Qaeda.
"A la luz de los recientes desarrollos en Irak, la comisión quiere asegurar que el análisis de la investigación transmitida a los responsables políticos por las agencias especializadas fue exacto, imparcial y actual", indicó el presidente de la comisión de investigación, el republicano Porter Goss en una carta al director de la CIA, George Tenet.
Hasta ahora, no se encontró ningún arma de destrucción masiva en Irak y no se estableció ninguna prueba de los lazos entre el régimen de Saddam Hussein y la red terrorista Al Qaeda, dos de las principales justificaciones mencionadas por Washington y Londres para emprender la guerra contra ese país.
"Es posible que esta sea la novatada más grande de la historia en materia de investigación. Lo dudo, pero hay que hacerse la pregunta", declaró al diario The Washington Post la vicepresidenta demócrata de la comisión, Jane Harman.
Esta petición del Congreso surge mientras, como lo reveló el jueves el diario New York Times, el secretario de la Defensa Donald Rumsfeld pidió, desde octubre pasado, a la CIA conducir un análisis comparativo sobre la calidad de los secretos recolectados, después de las divergencias de apreciación entre la CIA, el Pentágono y el Departamento de Estado con respecto a Irak.
El vicepresidente demócrata de la comisión del Senado de Inteligencia, John Rockfeller, descalificó los servicios prestados por la CIA en el caso iraquí.
Y fue más lejos, pidió a los inspectores generales de la CIA y del Pentágono investigar los documentos falsificados utilizados por la administración Bush para decir que Bagdad había intentado comprar uranio a Niger.
El 7 de marzo, el director general de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), Mohamed ElBaradei, causó conmoción al revelar el engaño ante el Consejo de Seguridad.
Admitiendo un error, la administración Bush juró que no jugó ningún papel en la falsificación.
Un mes antes, un informe británico oficial sobre los sospechosos esfuerzos de Irak por esconder las armas de destrucción masiva - calificado frente el Consejo de Seguridad como "excelente" por el secretario de Estado Colin Powell - se reveló que era un plagio grosero de la tesis de un estudiante de California elaborado con informaciones de 1991.
Para el ex director de la CIA James Woolsey, el Pentágono dio quizás demasiada confianza a los desertores iraquíes.
"Una parte de lo que dicen es falso. A la CIA no le gusta utilizarlos. El departamento de Defensa les prestó más atención y ahora veremos quién tenía razón".
"No hay ninguna duda de que hubo una enorme presión sobre los analistas para apoyar las opiniones preconcebidas", confió bajo condición de anonimato al Washington Post un responsable estadounidense que vio los informes minuciosamente elaborados por la CIA antes de la guerra.
La CIA ha desmentido hasta hora todo tipo de politización de la función de inteligencia.
"Nuestro papel, es decir las cosas tal cual como las vemos, decir claramente lo que pensamos, lo que sabemos y lo que ignoramos. Es el código al cual adherimos y es eso lo que las autoridades políticas esperan de nosotros", aseguró su portavoz Mark Mansfield.