KAMPALA.- Mientras familiares y amigos del ex dictador ugandés Idi Amín Dada guardan luto por su muerte, ocurrida hoy, sábado, en Arabia Saudí, las autoridades de Kampala dicen que perdieron la oportunidad de "juzgarlo por sus crímenes".
"Es lamentable, por supuesto. La muerte es la muerte, pero nos hubiera gustado capturarlo para que nos respondiera algunas preguntas sobre las atrocidades de su régimen", dijo a EFE en esta capital el ministro ugandés de Información, Nsaba Buturo.
Buturo dijo a los periodistas que su gobierno aun no ha sido contactado por la familia de Amin respecto de la repatriación del cadáver, aunque descartó un funeral de Estado para el ex presidente.
"Estamos esperando que su familia nos contacte para ver como podemos ayudar, probablemente facilitando la repatriación de sus restos", subrayó el ministro ugandés.
Amin murió en el hospital Rey Faisal de la ciudad portuaria saudí de Yeda tras haber ingresado en estado de coma hace cuatro semanas.
En diciembre pasado, el ex dictador había expresado deseos de volver a su país "como un jubilado más".
Según declaró entonces uno de sus 34 hijos en una radio de Kampala, su padre deseaba acabar el exilio y volver a instalarse en su antigua casa en Arua, la aldea donde nació en el noroeste ugandés, "no como un dictador sino como un jubilado".
A principios de este año, el actual jefe de Estado ugandés, Yoweri Museveni, había indicado que si Amín moría en el exterior sus restos podían ser traídos a Uganda, aunque dejó claro que si regresaba vivo al país sería llevado ante la Justicia "para responder por sus crímenes".
En 1971, Amín se instaló en el poder tras un golpe de estado contra el presidente Milton Obote, al que, también a través de un sangriento golpe de estado, había llevado a la Presidencia en 1966, cuando él era el jefe del Ejército y Obote, el primer ministro del depuesto rey Mutesa II.
Una vez instalado en la Presidencia, Idi Amín comenzó una purga que, según estudios posteriores de dos rehenes y el general israelí que comandaba el destacamento de rescate, Amín afirmó que él había tratado de negociar una resolución pacífica del incidente, pero toda la evidencia apunta a que estaba ayudando a los terroristas.
Quienes huyeron al exilio durante su gobierno lo acusaron de mantener las cabezas de varios de sus enemigos en un refrigerador de su mansión de Kampala de arrojar los cadáveres de los desaparecidos a los cocodrilos y de haber ordenado el descuartizamiento de una de sus esposas.
Hubo incluso quienes lo acusaron de practicar el canibalismo, aunque muchas de las acusaciones nunca pudieron ser probadas.
El temor y odio que despertaba Amin entre sus enemigos ha sido tan grande que durante las semanas que estuvo en coma, el hospital recibió amenazas de muerte contra el ex dictador, lo que obligó a la administración del centro a poner guardias armados en la sala de cuidados intensivos en la que estaba ingresado.
El "carnicero de Kampala" también fue famoso por sus excentricidades como hacer visitas sorpresas a la Reina de Inglaterra, o autoproclamarse "último rey de Escocia" o "conquistador del Imperio Británico".
Fue expulsado de Uganda en abril de 1979 por fuerzas conjuntas de la vecina Tanzania y exiliados ugandeses y, tras huir primero a Libia y después a Irak, se estableció en Arabia Saudí, donde el régimen de Riad le otorgó asilo político en nombre de "la caridad islámica".