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Norcorea no da su brazo a torcer en conversaciones de Beijing

El Gobierno de Pyongyang reiteró su exigencia a Washington de un pacto de no agresión en la primera jornada, mientras que el delegado estadounidense, el subsecretario de Estado James Kelly, rechazó de pleno esta posibilidad, informaron fuentes japonesas.

28 de Agosto de 2003 | 10:23 | EFE
BEIJING.- La segunda jornada de las conversaciones sobre la crisis norcoreana, que se llevan a cabo en Beijing en el más estricto secreto, terminó hoy sin ningún acuerdo sobre cómo desactivar la amenaza de una eventual guerra nuclear que se cierne sobre el noreste de Asia.

Los delegados de Corea del Sur, EE.UU., China, Rusia y Japón intentaron buscar desesperadamente una fórmula que calme al régimen de Pyongyang, que teme una invasión estadounidense como la de Irak, y garantice al mismo tiempo una península coreana libre de armas nucleares.

Corea del Norte no dio su brazo a torcer y reiteró su exigencia a Washington de un pacto de no agresión en la primera jornada, mientras que el delegado estadounidense, el subsecretario de Estado James Kelly, rechazó de pleno esta posibilidad, informaron fuentes japonesas.

La sesión matutina de hoy se desarrolló a puerta cerrada en la casa de huéspedes de Diaoyutai durante casi cuatro horas, tras lo cual las delegaciones de Corea del Sur, Japón y EE.UU. se encontraron en la embajada estadounidense de Pekín.

Un portavoz de dicha embajada confirmó hoy que "no habrá ninguna reunión bilateral formal con los norcoreanos", algo a lo que es sumamente reticente Washington.

La fuente restó importancia al encuentro informal de ayer entre Kelly y su homólogo norcoreano, Kim Yong-il, el primer contacto directo en cuatro meses entre ambos países.

Mientras, el viceministro ruso de Asuntos Exteriores Alexander Losyukov se entrevistó por separado con el emisario norcoreano y con Kelly.

Japón tuvo asimismo la posibilidad de tratar bilateralmente con Corea del Norte el asunto de los secuestros, cuya resolución es vital para la opinión pública nipona.

"Hemos exigido que las familias de los cinco secuestrados puedan reunirse en Japón", declaró hoy, jueves, el portavoz de a delegación japonesa, Yasuo Fukuda.

El año pasado Pyongyang reconoció haber secuestrado a trece japoneses durante la década de los años setenta para entrenar a sus espías y recientemente permitió a cinco volver a Japón, aunque no a sus familias.

El viceministro chino de Asuntos Exteriores, Wang Yi, podría presentar mañana un comunicado en el que los delegados acepten volver a reunirse para proseguir las conversaciones, algo que supondría un premio a la presión diplomática que ha ejercido China sobre EE.UU. y Corea del Norte para que resuelvan sus diferencias.

China se encuentra en una posición muy incómoda en esta crisis al ser el único aliado que le queda al régimen comunista -con quien luchó en la Guerra de Corea (1950-1953) contra las tropas surcoreanas apoyadas por las estadounidenses- y querer actuar como una potencia responsable ante la comunidad internacional.

En las conversaciones aún no se ha aclarado si Pyongyang tiene o no armas nucleares o si está en condición de crearlas en breve plazo, tal como alega Corea del Norte.

El eventual desarrollo de armas nucleares permitiría al régimen reducir sus gastos militares y dedicarlos a otras áreas, además de chantajear a los países de la región para que viertan ayudas económicas, en forma de comida y energía, opinan los especialistas.

Con un ejército de un millón de soldados, 1.600 aviones anticuados, un arsenal de 700 misiles, y un programa de desarrollo de armas biológicas y químicas iniciado en la década de los años sesenta, los gastos militares engullen un tercio del Producto Interior Bruto (PIB) del autárquico régimen.

La crisis, iniciada en octubre de 2002, ha puesto en punto muerto los tímidos esfuerzos de apertura del dictador Kim Jong-il para aplicar en su país algunas de las fórmulas económicas ensayadas con tanto éxito por China, que pudo ver de primera mano durante una visita secreta a la metrópoli financiera de Shangai en el 2000.

La desconfianza es el principal escollo que deben salvar Pyongyang y Washington, que se acusan mutuamente de haber faltado al Acuerdo Marco de 1994, según el cual EE.UU. se comprometió a enviar 500.000 toneladas de crudo al año y construir dos reactores de agua ligera a cambio de la congelación del programa nuclear coreano.
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