STARKE.- Un militante anti-aborto, condenado a muerte por el doble asesinato de un médico abortista y su asistente, fue ejecutado el miércoles en Florida en medio de protestas de grupos cristianos ultra-conservadores que ahora lo consideran un mártir.
Paul Hill, un ex pastor presbiteriano de 49 años, se convirtió en la primera persona en ser ejecutada en Estados Unidos por haber matado a un médico abortista.
Hill murió por inyección letal en la prisión de Starke (Florida, sureste) poco después de las 18:00 locales (22:00 GMT), indicaron fuentes penitenciarias.
En 1994, había matado a tiros al doctor John Britton y a un asistente, James Barrett, frente a una clínica de Florida donde se efectuaban abortos.
Sólo 24 horas antes de ser ejecutado, Hill aseguró el martes ante un grupo de periodistas que no tenía remordimientos. "Si volviera a estar en circunstancias similares, creo que volvería a hacer lo mismo", afirmó con rostro sereno, a veces sonriente.
Algunas decenas de fundamentalistas cristianos, así como opositores a la pena de muerte, se congregaron frente a la prisión de Starke para protestar contra la ejecución.
Los grupos ultra-conservadores habían advertido que la ejecución iba a convertir a Hill en un "mártir" entre quienes justifican los asesinatos de doctores abortistas.
Más de un centenar de policías había sido desplegado en torno a la prisión, donde se reforzaron las medidas de seguridad.
Hill nunca apeló contra su sentencia a muerte ni pidió clemencia, al asegurar que deseaba comparecer ante Dios.
Padre de tres hijos, Hill había afirmado que al matar al doctor Britton había permitido que otros niños nacieran. "En lugar de escandalizarse, otras personas deberían hacer lo que yo hice", dijo. "Espero mi recompensa en el paraíso", añadió.
"La gente me pregunta si tengo remordimientos por lo que hice, pero les respondo con toda honestidad que si no hubiera hecho lo que hice, no sería capaz de mirarme al espejo", afirmó.
El gobernador republicano de Florida, Jeb Bush, hermano del presidente estadounidense George W. Bush, opuesto al aborto y favorable a la pena de muerte, rehusó considerar una medida de clemencia para Hill.
"Vergüenza para Jeb", "Vergüenza para Estados Unidos", se podía leer en algunas de las pancartas que portaban los manifestantes frente a la prisión de Starke.
Los principales grupos anti-aborto de Estados Unidos se distanciaron claramente de los movimientos ultra-conservadores que apoyaban a Hill, asegurando que representan una pequeña minoría entre quienes se oponen a la interrupción forzada del embarazo.
El juez que sentenció a Hill a muerte y otros tres funcionarios de Florida habían recibido cartas de amenaza que contenían balas, según medios locales.