JERUSALÉN.- Científicos israelíes descubrieron un factor genético no hereditario, una enzima, que ayudará a los médicos a decidir si un fumador tiene mayor o menor posibilidad de contraer cáncer de pulmón.
El método sirve para conocer en qué grado la persona se expone a esa enfermedad, que afecta a los fumadores con ese factor de riesgo en una proporción 120 veces superior que a los no fumadores.
La investigación, que ha estado encabezada por el profesor Tzvi Livné, jefe del departamento de química biológica en el Instituto Weizman de Rehovot, se basa en un prolongado estudio de fumadores que, a pesar de los efectos contaminantes del tabaco, han conseguido tener una vida sana.
Los investigadores israelíes han descubierto que los ancianos que continúan fumando pasados los ochenta y sin sufrir cáncer de pulmón tienen en su cuerpo una enzima denominada OGG1 que reduce su vulnerabilidad.
Dicha enzima es un factor genético que, cuando funciona correctamente, defiende al fumador del cáncer de pulmón.
"La gente no sabe que nuestro material genético, el ADN, sufre variaciones y daños unas 20.000 veces al día como consecuencia de la radiación solar y de elementos contaminantes como los que contiene el humo del tabaco", dice Livné.
Y agrega: "estos daños tienen unos efectos secundarios como consecuencia del intercambio de material genético, que pueden dañar irreversiblemente la cadena del ADN y crear una mutación genética que conduce a la aparición del cáncer".
El equipo de Livné sostiene que las células luchan contra esas mutaciones con la ayuda de un complicado sistema de enzimas, que como hormiguitas se encargan de cortar y borrar las constantes aberraciones como si de material informático se tratase.
Según la investigación, un 40 por ciento de los pacientes con cáncer de pulmón tenían bajo el nivel de la enzima OGG1, mientras que en fumadores veteranos con un alto nivel de enzimas el cáncer no llegó a aparecer.
El equipo del Instituto Weizman ha desarrollado también un método de detección en sangre de la enzima OGG1, que dentro de unos años estará previsiblemente al alcance de cualquier persona.
La investigación se ha prolongado cinco años y en ella han participado también los doctores Tamar Paz Elitzur, Sara Blunstein, Dalia Elinguer y Meir Krupsky, este último del centro médico Shiva, en las afueras de Tel Aviv.