WASHINGTON.- Un año después de que los habitantes de la capital estadounidense entraran en pánico a causa de dos francotiradores, que mataron a diez personas, los dos acusados se encontraron por primera vez en una cita ante el tribunal.
John Lee Malvo, ahora de 18 años, se negó a declarar en contra de John Allen Muhammad, de 42, su "paternal" amigo.
Con el interrogatorio dos semanas antes del comienzo del primer juicio contra Muhammad comenzó la fase caliente del proceso judicial acerca de lo ocurrido en el otoño (boreal) de 2002.
Desde el 2 de octubre, cuando murió la primera víctima, hasta el 24 del mismo mes, cuando fueron detenidos los acusados, murieron diez personas y varias más resultaron heridas.
Lo más impresionante para los millones de habitantes de los alrededores de la capital estadounidense fue que los disparos siempre parecían provenir de la nada.
De repente, un conductor en la gasolinera o un cliente delante de un supermercado se llevaban la mano al pecho y se desplomaban. Nadie había escuchado un disparo. Nadie había visto a los agresores.
En las grandes cadenas de noticias, los expertos lanzaban teorías sobre el o los atacantes. Son blancos, cultos y recibieron una formación militar, se decía. Pero tres semanas después se descubrió que los presuntos agresores eran negros y de ninguna manera cultivados.
Incluso cometieron varios errores tontos y fueron detenidos en controles de tráfico por su comportamiento llamativo, aunque tuvieron suerte. Su ventaja fue que la policía siguió la pista falsa y buscaba una camioneta blanca. Decenas de calles y autopistas fueron cortadas tras cada ataque y todos los conductores de vehículos de carga eran revisados.
En realidad, los agresores se movían en un viejo coche tipo turismo, en cuyo bául habían realizado un agujero del tamaño de una lata de Coca-Cola. Desde allí, disparaban contra sus víctimas.
En general elegían grandes estacionamientos u otros lugares fácilmente abarcables con la mirada, para poder matar desde una gran distancia. Al menos cuatro veces disparó el adolescente. Los agresores reclamaban diez millones de dólares a la policía para dejar de asesinar.
Finalmente, los hechos demostraron lo equivocados que estaban algunos analistas, ya que no se trataba de ninguna manera de criminales geniales.
Después de que todas las cadenas de televisión informaran de que la policía estaba a punto de dar con los asesinos y mostraran durante horas las investigaciones en la vieja casa en la que vivían ambos, éstos fueron encontrados durmiendo en su coche a sólo 80 kilómetros de Washington. Desde entonces, Muhammad y Malvo estuvieron en cárceles separadas.
En dos semanas comienza el juicio contra Muhammad. A principios de noviembre le sigue el juicio contra Malvo. Ambos -también el más joven, que era menor de edad en el momento de los hechos- pueden ser condenados a muerte.