El jueves 6 de noviembre Pilar Urbano, una periodista de sólido currículum y biógrafa de doña Sofía, la reina de España dio la pista. “Esto es lo que hay; o esto, o lo dejo todo. Esta vez estoy dispuesto a dejarlo todo”, dice Urbano que el príncipe Felipe de Asturias dijo.
Ella no sabe cuándo ni sabe dónde, pero sí sabe que el herededo de ya maduros 35 años usó esa fórmula de tono terminante para anunciarles sus padres, el rey don Juan Carlos y la reina doña Sofía, que estaba dispuesto a casarse con Letizia Ortiz Rocasolano, una asturiana de 31 años, y que no tenía interés en recibir un no de parte de ellos.
Hablando golpeado, el príncipe se ponía el parche antes de cualquier herida. Su padre le había advertido: “Qué nadie pueda decir que ha dormido con la reina”. Mal asunto, Letizia es periodista y es divorciada, ha dormido con otro.
Pero Felipe templó corazón y cabeza, combinó su propio gusto con una exigencia hecha clamor por sus propios compatriotas dos años antes: para el puesto de doña Sofía, una reina española, aunque sea de la clase media.
Esta vez el heredero apostó al todo o nada. No como antes, cuando no pudo. O no quiso. O no lo dejaron. Porque ésta mujer no es la primera mujer con la que él ha querido echar raíces. Al menos una vez en el pasado, en el segundo semestre de 2001, Felipe de Borbón quiso torcerle la mano al destino escrito para él y anotar la historia a su manera.
El affaire Eva Sannum causó más de un dolor de cabeza
Eva Sannum se llama la mujer que iba a servirle como inspiración. Por ella se oyeron campanas de cisma en un país donde la monarquía constitucional es quizá la institución más prestigiosa de todas, gracias a la labor política del propio
rey. Eva Sannum, noruega, modelo, más linda que Letizia. Nunca contó con el visto de don Juan Carlos: "Qué nadie pueda decir que ha dormido con la reina".
José Luis de Vilallonga, un grande de España, autor de un libro de conversaciones con Juan Carlos de Borbón, lo explicó de esta manera el 20 de abril de 2001 en el diario “ABC”: “Recuerde el Príncipe que los ’monárquicos de toda la vida’ serán los primeros en reprocharle su primer paso en falso y Dios no quiera que sea el de su matrimonio”.
Vilallonga apuntaba el dardo donde duele: por primera vez una voz aristócrata se levantaba contra la relación que Felipe mantenía desde hacía casi cuatro años con la modelo noruega. Vilallonga consideraba “un error grave” dejar hacer un matrimonio que pondría a España “a la altura de los ingleses”. Él mismo, tan “juancarlista” por su lealtad al rey, “quizás empezaría a calibrar las posibilidades de una República” para no “tener que reverenciar a una reina equivocada”.
El problema es que, dicen crónicas de la época, este caballero puso el dedo en la llaga, dejó perplejo al príncipe, con la venía del rey. Don Juan Carlos, relata un artículo de “El Mundo”, sabía lo que Vilallonga iba a decir. El mismo periódico sostiene, a mediados de 2001, la situación era delicadísima.
Acostumbrada a proteger a la monarquía, en este caso buena parte de la prensa española rompió el pacto, abriendo el grifo de las especulaciones. Las fotos -él y ella despidiéndose como si se acabara el mundo en el aeropuerto Charles de Gaulle de París- y los trascendidos –“el heredero sigue adelante con esta relación que cuenta, según todos los indicios, con el apoyo de su hermana Elena”- eran cosa cotidiana.
¿Por qué los medios rompieron el pacto? Aparentemente porque había consentimiento, tácito por cierto, de la propia monarquía. Vilallonga, otra vez él, se permitió decir en octubre de 2001 que renunciaría a sus títulos si Felipe se casaba con Eva Sannum.
En este difícil equilibrio, el vizconde del castillo de Almansa, Fernando Almansa, jefe de la Casa del Rey de España, fue uno de los que pagó los platos rotos. Tuvo que ayudarle al rey a ser rey antes que padre, recordarle sus propias palabras: "Para un Príncipe Heredero el amor es una especie de servicio militar".
Almansa escribió una carta, publicada el 3 de mayo, en “ABC”. En ella se puso a tiro de escopeta, le dejó claro al príncipe que algo pasaba entre la casa real y José Luis de Vilallonga. Su método fue el de lo no dicho: “La Casa de Su Majestad desea manifestar que las opiniones en él contenidas son sólo sus propias opiniones y que nadie ha sido autorizado a sugerir que éstas sean compartidas por Su Majestad el Rey”.
La cronista Victoria Prego lo explica con palabras sencillas: Almansa, en esta carta que le valió la furia del príncipe, sólo actuó cumpliendo órdenes del rey y lo hizo porque era su obligación. Don Juan Carlos tenía su propia responsabilidad: tratar de apelar a la cordura de su hijo, incluso en contra de la reina que estaba a favor de Felipe, porque el debate social crecía.
En junio de 2001 el 55% de los españoles rechazaba un posible matrimonio de don Felipe con Eva Sannum. Páginas web recordaban que según el artículo 57.4 de la Constitución española, el heredero no puede desvincularse en cuanto a su decisión matrimonial de la voluntad popular. Expertos en la casa real, como el cronista Jaime Peñafiel, pedían “que el Príncipe reflexione”. Y, si en los círculos aristócratas alguien llegó a tener dudas, el peso de la evidencia cargó la balanza el 25 de agosto. Ese día, en la boda de Haakon de Noruega, Sannum, que acompañaba al príncipe, usó un vestido azul eléctrico cuyo escote, más profundo que la dignidad monárquica, fue demasiado.
Poco antes del 11-S neoyorkino, según “El Mundo", el propio presidente José María Aznar intentó volver a don Felipe por el buen camino. Los ex presidentes Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo hablaron con el rey para mostrar su descontento. El Psoe, menos monárquico, tenía un punto de vista más amable: “Si al Príncipe se le reconoce la capacidad para ejercer la Jefatura del Estado, también se le debe reconocer el derecho a escoger su futura esposa”.
La primera semana de octubre la revista del corazón “Lecturas” ya daba fechas: anuncio de matrimonio a fin de mes y boda en la primavera de 2002. El día 6, la Casa Real salió al paso. Para eso tuvo que citar el nombre de Sannum: ”No hay ninguna modificación en la relación de amistad que existe entre el Príncipe de Asturias y la señorita Eva Sannum”.
Finalmente, el viernes 14 de diciembre el propio Felipe de Asturias cortó por lo sano. Vestido con jeans y chaqueta de tweed, apareció sorpresivamente en una reunión. Dijo que se sentía en la obligación de dar a conocer una decisión. Todos pensaron que iba a hablar de matrimonio, pero no. Aclaró que ya no había noviazgo, que su relación con Eva se había acabado. El momento escogido por el heredero para hacer esta poco habitual bajada de naipes personal fue el encuentro navideño de la prensa con, vaya sorpresa, José Fernando de Almansa
y Moreno- Barreda, el jefe de la Casa Real.
Sólo dos meses después, el 6 de febrero, se supo que Almansa dejaría su puesto en La Zarzuela. Ligando una cosa con otra, él mismo aclaró que las especulaciones que vinculaban su salida con el affaire Eva Sannum no tenían fundamento. Mabel Galaz, especialista del diario "El País", dice de modo tajante sobre el papel del vizconde: "El relevo estaba previsto. No hubo trabajo sucio".
Así y todo, haciendo una evaluación de sus últimos meses, el propio ex jefe de la casa real, quien desde febrero pasado es consejero de Telefónica, dijo: “Este año ha habido tareas que no eran fáciles pero yo he hecho frente a ellas. Es verdad que si se hubiera anunciado la boda de Don Felipe yo no me hubiera ido nunca. Perro el relevo lo hubiera pedido igual”.