KASSEL, Alemania.- En el inicio del proceso en su contra por canibalismo, el alemán Armin Meiwes confesó hoy haber matado y comido a su víctima, un ingeniero berlinés conocido sólo como Bernd Juergen B., delante de una videocámara, y reveló numerosos detalles del escabroso acto.
"Así me lo propuse y finalmente lo hice", dijo el acusado de 42 años, especialista en computadores, al inicio de la causa ante un tribunal de la ciudad alemana de Kassel. "Mi idea era que a través de su cuerpo él se convirtiera en parte de mi cuerpo. Casi se podría comparar con una comunión", explicó.
Además, admitió haber estado a la búsqueda de más víctimas, así como sus fantasías caníbales.
Dado que en Alemania no está tipificado el delito de canibalismo, la Fiscalía ha acusado a Meiwes de haber cometido en marzo de 2001 un asesinato "para satisfacción del instinto sexual" y de "perturbar la paz de los muertos" al haber descuartizado el cuerpo. Por los cargos podría ser condenado a cadena perpetua.
Entre los ocho y 12 años, Meiwes sentía ya un deseo impetuoso de dar muerte a una persona y devorarla totalmente, dijo el fiscal Marcus Koehler. Según la acusación, el imputado quiso hacer realidad ese deseo a la muerte de su madre, en 1999.
La víctima, a la que conoció por Internet, tenía por su parte una fuerte inclinación hacia la autodestrucción, por lo que Meiwes pudo finalmente convencerlo a que accediera al sangriento acto.
Después de detallar cómo convenció a su víctima, de 43 años, Meiwes relató cómo lo descuartizó en su vivienda en la localidad de Rotemburgo/Fulda, utilizando como matadero un altillo de su casa. Eso ocurrió el 10 de marzo de 2001.
Según Meiwes, luego de que el ingeniero se tomara media botella de aguardiente y 20 somníferos, le cortó primero el pene, que se comieron juntos. Unas diez horas después, cuando a causa de la intensa pérdida de sangre el ingeniero se desvaneció, lo degolló y troceó su cuerpo.
Meiwes congeló unos 30 kilos de carne del ingeniero, que fue comiéndose poco a poco durante las siguientes semanas, mientras que los huesos y el cráneo los enterró en el jardín de su casa.
"Trocear el cuerpo fue agradable. El matar fue terrible", dijo y relató que durante su acción sintió a la vez odio, satisfacción y felicidad. "Esto lo había deseado toda mi vida", agregó.
A la par, el acusado insistió en que no hizo nada en contra de la voluntad de su víctima. El ingeniero podría haber cambiado en cualquier momento de opinión o haber pedido ayuda, aseguró.
Después de este primer hecho de canibalismo, Meiwes se encontró con otros cinco candidatos que se habían ofrecido como posibles víctimas a través de Internet.
Sin embargo, señaló, a algunos de éstos les interesaba sólo una especie de interpretación de papeles como de víctima y victimario. Uno de ellos expresó sus deseos de ser decapitado por Meiwes, pero el candidato le resultó antipático y era muy gordo, explicó.
Otro candidato, llamado Juergen, desistió tras visitar la casa del caníbal y después de que Meweis le dijera claramente que si iba otra vez, sería la última.
El proceso, inédito en la justicia alemana, proseguirá el lunes con los testimonios de los policías que detuvieron a Meiwes. Se espera que igualmente sea proyectada, en vista no abierta al público, el video del macabro hecho grabado por Meiwes.
La audiencia comenzó hoy con la presencia un nutrido grupo de representantes de los medios y curiosos que se agolparon en la sala de la Audiencia Provincial de Kassel, donde se celebra el "juicio del caníbal de Rotenburgo", llamado así por el pequeño e idílico pueblo a 40 kilómetros de distancia en cuyas afueras el acusado posee una antigua casona.
Más de 30 testigos y varios peritos serán llamados a declarar en este caso, que abre un capítulo completamente nuevo en la criminología alemana.
El caso tiene todo los ingredientes de una película de horror. Alarmada por alguien que navegaba en Internet, la policía encontró en diciembre de 2002 en una casona cercana a Rotenburgo los restos de una persona empaquetados y congelados en un refrigerador.
Los agentes confiscaron videocassettes en los que se veía a Meiwes cortándole el pene a su víctima, que después comieron juntos.
Los vecinos y antiguos compañeros de trabajo lo describen como una persona amable, modesta y bien educada. Se dijo que era una persona con quien se podía tomar un café o mantener una conversación de vecino en la acera.
El caso no tiene precedentes en el derecho alemán. La defensa de Meiwes tratará de demostrar un cargo menor de los que le imputa la fiscalía, el de "eutanasia", que implicaría una pena máxima de cinco años.