CIUDAD DEL VATICANO.- El papa Benedicto XVI concedió una audiencia "de carácter privado" a la escritora italiana Oriana Fallaci, pero el contenido de ese encuentro, realizado el sábado pasado y difundido hoy, no fue divulgado.
La audiencia fue solicitada por la escritora y se realizó en un marco complejo, dadas las posiciones de la escritora en relación a los atentados del 11 de setiembre de 2001 en Estados Unidos.
En diciembre de 2001, Fallaci interpeló al entonces titular del sillón de Pedro, Karol Wojtyla, al que preguntó "Santidad, ¿es verdad que hace tiempo Usted pidió a los hijos de Alá que perdonaran las Cruzadas realizadas por sus predecesores para recuperar el Santo Sepulcro? ¿Pero ellos le han pedido disculpas por el hecho de haberlo tomado?"
Esos razonamientos de la escritora continuaron entonces afirmando que si el Papa tenía el mérito de haber aportado a la derrota del comunismo "después de haber contribuido a todo ello, Usted (Juan Pablo II) guiña un ojo a quien es mil veces peor que (José) Stalin, pide perdón a quien Le robó el Santo Sepulcro y tal vez querría robarle el Vaticano?"
Esa actitud desafiante de la escritora no agradó al Vaticano que, a través del diario Osservatore Romano, el 14 de setiembre de 2002 definió como "desconcertante" al razonamiento que Fallaci expuso en su ensayo sobre el 11 de setiembre de 2001, publicado por el diario milanés Corriere della Sera.
El diario Vaticano, en un editorial firmado por el historiador católico Giorgio Runi, replicó a la periodista y escritora por haber reducido conceptualmente al Papa y al Vaticano a "potencia" y "fuerza" temporales, como si fueran "un gobierno o un comando supremo estratégico".
"Al sucesor de Pedro -explicó entonces el Osservatore Romano a Fallaci, que también había hablado de un "flirt" entre el Papa y quienes desearían construir mezquitas en el Vaticano- no le corresponde el comando estratégico de operaciones político-militares, sino reproponer el mensaje de Cristo".
En ese sentido, el periódico Vaticano sostuvo que "el perdón del Pontífice a los terroristas asesinos del 11 de setiembre, gesto de naturaleza espiritual y no político-judicial, puede parecer 'escandaloso' a nuestros ojos sólo si se pierde de vista el término último al cual tiende Juan Pablo II, en obediencia a un mensaje que no conoce ocaso, por más que sea difícil leerlo y vivirlo".
