Extracto de la entrevista (en alemán con trascripción)
(Foto: ORF). |
VIENA.- "No leo todo lo que sale publicado en los medios, porque no quiero tener que enfrentarme a todas las mentiras y calumnias. Eso sería mucho y tengo demasiado que hacer: chequeos médicos, conversaciones, de todo", comentó Natascha Kampusch durante su primera entrevista televisada transmitida hoy a las 14:00 hora chilena a través del canal austriaco ORF.
"Lo que más me da rabia en este momento son las mentiras que se publican, por ejemplo lo de los abusos. Pero por sobre todo lo que me molesta son la publicaciones de lo que fue mi habitación. Eso no le incumbe a nadie. A mí tampoco me gustaría mirar en las salas de estar y habitaciones de otros. ¿Por qué entonces la gente tiene que mirar en mi habitación cuando abre el diario?”, dijo la joven que logró huir el pasado 23 de agosto luego de estar ocho años en cautiverio.
Natascha, que estaba resfriada, contestaba pausadamente y tranquila las preguntas que el periodista Christoph Feurstein hacía.
La joven contó que en este momento se dedica principalmente a recuperarse del estrés que le provocó su huida, que se dedica a hablar por teléfono con sus padres y a juntarse con su madre. Ayer fue la primera vez que se juntó con su hermana menor y que llamó a su sobrino que estaba de cumpleaños "como él lo deseó. Lo hice aunque tengo mucho que hacer".
Ante la pregunta de a quién le confía más sus cosas en este momento tuvo que pensar un momento para decir "..mmm, bueno, no sé, al doctor Friedrich, por ejemplo. Pero también a todos los psiquiatras. Pero en verdad más que nada confío en mi familia. Y en mí".
Si se sentía muy sobreprotegida, le preguntó Feuerestein, a lo que la entrevistada asintió: "Realmente es difícil. Todos quieren influir de alguna manera en mí. Ya se que lo hacen de buena voluntad...las primeras noches trataban de hacerme dormir. Al principio no podían entender por qué ya estaba despierta a las cuatro de la mañana y que recién me acostaba a las once".
Natascha agregó que logró convencerlos que ella misma iba a lograr dominar la situación sin pastillas para dormir.
Aunque siente que el revuelo mediático que despertó su caso la sobrepasa un poco, también está consciente de la responsabilidad que eso implica y la quiere aprovechar.
"No se puede dejar pasar esta oportunidad, ya que se puede aprovechar tanto para beneficio propio como para otras personas. Por ejemplo, tengo planeado hacer una fundación donde puedo hacer proyectos de ayuda humanitaria como, por ejemplo, de gente que ha desaparecido o para ayudar a las mujeres abusadas y asesinadas en México".
Otra cosa que tiene en mente es ayudar a los que pasan hambre. "Yo misma pasé mucha hambre durante mi cautiverio y sé lo que es. Uno se siente mareada, tienes problemas de circulación y de concentración. Cualquier ruido es ensordecedor y cualquier pensamiento es un suplicio. Uno ya no puede pensar si uno no tiene qué comer".
El día del secuestro y los ocho años
Natascha cuenta que el día en que fue raptada salió apenada de la casa debido a que la noche anterior tuvo una pelea con sus padres. Camino al colegio divisó un auto y, pese a que tuvo un sentimiento extraño y quiso cambiar de vereda, decidió seguir sin cambiar su ruta.
Acto seguido, un hombre la subió al auto y le dijo que si hacía todo lo que él le indicaba no le iba a pasar nada.
Cuenta que en ese momento no pudo gritar ni nada y que estaba segura de que lo más probable es que la iban a matar. Cuenta que no tuvo mucho miedo. Luego, cuando la obligaron a meterse al escondite subterráneo que esa vez aún no contaba con luz, sólo pudo llorar de impotencia.
Más adelante recuerda que lo que más la exacerbaba era el sonido del ventilador, que varias veces estuvo a punto de tener ataques de claustrofobia y que golpeaba con las botellas de agua mineral con sus puños o contra las murallas.
"Creo que si Priklopil (su secuestrador) no me hubiera subido de vez en cuando para arriba me hubiera vuelto loca". Eso fue a partir del medio año encerrada. Podía subir a ducharse al baño.
En cuanto a su captor, dijo que ella sentía que era más fuerte que él. "Simplemente tenía un personalidad muy débil. Le faltaba autoestima y sentirse protegido. Me di cuenta de eso ya en las primeras horas de mi captura".
Kampusch contó que festejaba con su cumpleaños, Navidad y Pascua, pero que notaba que lo hacía más que nada porque se sentía culpable.
Contó que éste le decía que sus papás no estaban interesados en ella y que estuvieron en la cárcel (cosa que era verdad, pero porque en aquel entonces era sospechosos de la desaparición de su propia hija). "Pero yo no le creía nada".
Las pocas veces que pudo salir fuera de la casa con su captor, éste se comportaba de manera muy paranoica, nunca la dejaba alejarse más de algunos centímetros y la amenazaba con que iba a matar a cualquier persona con la que trataba establecer algún contacto.
Trató varias veces de tomar contacto visual con la gente o hacerles notar que necesitaba ayuda, pero nadie la tomó en cuenta. "Trataba de reírme como en la foto para que me reconocieran", dice.
Para cerrar este capítulo explicó que "nunca me sentí sola, en mi corazón estaba mi familia y los buenos recuerdos. Me juré que algún día sería más fuerte y que algún día me podría liberar. Juré un pacto con mi futuro, yo, que iba a lograr liberar a la niña de 12 años".
Lentamente, hacia una vida normal
Frente a la pregunta de cuál fue el primer deseo que ella cumplió, preguntó "¿alguien se puede acordar de eso?" y agregó "yo creo que eran muchos. Pero el principal en los últimos días fue el de la libertad".
La joven comentó que ya ha se ha podido pasear en público, pero de incógnito,
"con unos anteojos de sol y con un paño en la cabeza. Nadie me reconoció". Fue a comer helado en un salón en la calle Währinger, pero no especificó dónde "¡porque no vamos a hacer publicidad!".
También anduvo en tranvía y metro, "era espectacular sonreírle a la gente y que nadie te reconociera".
Natascha recuerda que el primer encuentro con su padres fue extraño. "Mis papás, los parientes, lloraban y me abrazaban, incluso la policía, pero para mí todo era aún muy difícil de asimilar y me sentí sobrepasada". Pero los ocho años no significan estar distanciada de su familia, "sentimos que no han pasado...que no ha pasado nada".
Durante la entrevista, la joven contó que ya se ha hecho de amigos en el centro de rehabilitación y que, lentamente, ha tomado contacto con sus familiares, como por ejemplo, su pequeña sobrina de siete años.
¿El futuro? No tiene claro qué va a estudiar, pero sí que quiere terminar sus estudios, algo que la preocupaba sobremanera durante su cautiverio. Quizás va a escribir un libro,
"lo que no quiero, por ningún motivo, es que alguna otra persona se las dé de experto de mi vida".