LONDRES.- El canciller del Tesoro británico, Gordon Brown, parece decidido a hacer méritos para suceder como primer ministro a Tony Blair, desmintiendo a quienes creen que su llegada al número 10 de Downing Street vaya a implicar un parón en el programa de reformas de los servicios públicos.
En la cena a la que asistió anoche con los líderes de los sindicatos británicos reunidos en el congreso de Brighton (sur de Inglaterra), Brown expresó, según sus colaboradores, su resuelto apoyo a la actual agenda reformista, fuertemente atacada el martes por los sindicalistas británicos.
El entorno del canciller calificó el discurso que éste pronunció en la cena privada de una manifestación de unidad con el Primer Ministro, quien sufrió el martes la humillación de ver cómo un grupo de delegados sindicales abandonaban la sala antes de su intervención porque, según afirmaron, no iban a creerse nada de lo que dijera.
Para mayor frustración de Blair, los afiliados al sindicato de servicios públicos Unison anunciaron durante el congreso la primera huelga nacional en cerca de veinte años como protesta por la privatización del servicio de suministros de material médico, vendido a la empresa alemana de mensajería DHL.
Varios de los oradores que han intervenido hasta ahora en el agitado congreso de Brighton han expresado su irritación por el recurso creciente del Gobierno laborista a empresas del sector privado en la gestión de hospitales así como en el sistema escolar.
En medio de ese clima frío, cuando no hostil, al Primer Ministro, Brown, a quien los partidarios de Blair acusaron la pasada semana de chantajear a éste para forzar su salida cuanto antes del Gobierno, pareció enterrar anoche el hacha de la guerra.
En su intervención ante los dirigentes sindicales, Brown, que aspira a suceder a Blair antes de un año al frente del partido y del Gobierno, se mostró conciliador y solidario con su jefe, según trascendió hoy.
El canciller del Tesoro expresó su apoyo a lo afirmado públicamente por Blair ante los delegados sindicales y alentó a sus líderes a no asustarse y mostrar a cambio firmeza ante los desafíos de la globalización.
Aunque Brown no se apartó del guión marcado por el Primer Ministro, sus palabras, o tal vez el tono con que las dijo, parecieron convencer más a los líderes sindicales que asistieron a la cena.
"Es sorprendente cómo se pueden decir las mismas cosas y que éstas tengan un efecto diferente", comentó uno de los presentes, al que cita hoy la BBC.
Frente a quienes confían todavía en que la llegada de Brown al número 10 de Downing Street vaya a significar un cambio de rumbo, concretamente un mayor énfasis en lo público frente a las fuerzas del mercado favorecidas por Blair, muchos otros se muestran escépticos.
Gordon Brown, argumentan, es corresponsable desde el principio no sólo del programa de reformas privatizadoras auspiciado por Blair sino también de sus decisiones de política exterior o interior más controvertidas, desde la invasión de Irak hasta los intentos de recorte de las libertades como consecuencia de la guerra antiterrorista.
En cualquier caso, señalan los analistas, Brown no puede permitirse una guerra civil en el partido cuando se dispone a heredar el liderazgo laborista, sobre todo en momentos en que, bajo su nuevo y energético líder, David Cameron, los conservadores se muestran cada vez más convencidos de un pronto regreso al poder.
El canciller del Tesoro tendrá que maniobrar muy cuidadosamente a partir de ahora si quiere evitar que los aliados de Blair se le echen encima o que otros miembros del Gobierno como el titular del Interior, John Reid, o el de Educación, Alan Johnson, planteen un desafío serio a su candidatura a la ansiada jefatura del Ejecutivo.