HOBART, Australia.- La Antártida, un continente consagrado a la búsqueda científica, es objeto de acuerdos internacionales para protegerlo de los apetitos territoriales de ciertas naciones, de las tentaciones de explotación de sus riquezas y de los riesgos de contaminación.
El Tratado Antártico, que establece que en el continente sólo pueden ser practicadas actividades pacíficas, fue ratificado el 1 de diciembre de 1959 por 12 países entre los cuales estaban Chile, Estados Unidos, Rusia, Francia, Sudáfrica, Australia y Japón.
El acuerdo internacional suspendía por 30 años todas las reivindicaciones territoriales.
El Tratado Antártico fue ratificado en 1991 por 50 años en Madrid, hasta 2041. El agregado del Protocolo de Madrid, relativo a la protección del medio ambiente, daba a la Antártida el estatuto de reserva natural mundial consagrada a la Paz y a la Ciencia.
Los firmantes de ese protocolo se comprometen a asegurar la protección global del medio ambiente en la Antártida y de los ecosistemas dependientes y asociados.
Otros textos, vinculados a la protección de la fauna y de la flora antártica, fueron agregados al tratado. Es el caso en particular de las convenciones sobre la protección de las focas de la Antártida y sobre la conservación de la fauna y de la flora antártica.
Según los términos del Tratado y del Protocolo, los países firmantes deben abstenerse de toda actividad nuclear.
Todo nuevo proyecto científico debe recibir la aprobación de una comisión que asegurará que no producirá "efectos negativos sobre el clima o los sistemas meteorológicos, (...) sobre la calidad del aire o del agua", ni "modificaciones significativas del medio ambiente atmosférico, terrestre (incluyendo el acuático), glaciar o marino".
Por otra parte, "toda actividad relativa a los recursos minerales, aparte de la investigación científica, está prohibida".
Además, "ninguna especie animal o vegetal no autóctona" debe ser introducida, incluyendo a los perros, que debieron ser "evacuados" en 1994.