Connor McCreaddie posa junto a su madre, Nicola McKeown.
Reuters
LONDRES.- Cada día devora cuatro paquetes de papas fritas, varias tabletas de chocolate, galletas y golosinas: Connor McCreaddie tiene ocho años y pesa 98 kilos, pero las autoridades británicas ya decidieron que no van a separarlo de su familia, a la que culpan por el sobrepeso.
Las autoridades de protección de menores de Wallsend -que reprochan a la madre no hacer lo suficiente para frenar el voraz apetito del "pequeño"- se reunieron hoy con la familia de Connor, que pesa el triple del promedio de los niños de su edad.
La comisión integrada por expertas en nutrición, pediatras y profesores, había indicado que podía decidir retirar la custodia del menor si juzgaba que su familia no podría ayudar al niño, que come un paquete de golosinas cada 20 minutos, a perder peso.
Así lo habían pedido expertos, que señalan que su sobrepeso puede causarle problemas cardiovasculares y diabetes, y que lo mejor era retirarlo un tiempo de su familia.
Pero su decisión fue que el niño -que debe dormir en el piso, porque ha roto ya cuatro camas- permanecerá con su madre, Nicola McKeown, de 35 años y desempleada, que asegura que ella no tenía la culpa de la gordura de su hijo y que si se lo quitan, se moriría.
"Siempre estaba con hambre y lloraba y lloraba", ha contado la madre de este pequeño personaje, cuya imagen en las páginas de los diarios y la televisión británica causa impacto.
El niño, que pesó tres kilos al nacer, lo que no es fuera de lo común, usaba ya ropa para niños de cinco años cuando tenía sólo 18 meses. Cuando tuvo cinco, Connor, que detesta las frutas y las verduras, pesaba ya 57 kilos.
El chico ha sufrido acoso en la escuela a causa de su gordura. A veces no asiste a clases porque se queda sin aire al caminar al colegio, que está sin embargo a sólo cinco minutos a pie de su casa.
Ha roto ya cinco bicicletas. Tampoco puede ponerse el uniforme de la escuela, porque no existe para su talla.
La madre asegura que hace lo que puede para ayudar a su hijo, pero se queja que no ha recibido la ayuda de médicos y dietistas que requiere.
Ha contado que en Navidad pusieron el niño a dieta. Incluso una cadena de televisión, ITV, le dio seguimiento a la pérdida de peso de Connor, que no fue mucha: unos seis kilos. Pero ahora le falta al pobre niño perder unos 55 kilos más.
La madre cuenta que ha intentado poner freno a su pantagruelesco apetito y que ha hecho todo lo posible para reducir sus raciones. Pero confiesa que no lo ha logrado, y que su esperanza era poder curarlo con píldoras.
"Les he pedido a los médicos que lo examinen para averiguar si tiene algo anormal, pero no encuentran nada", dice Nicola. "Tenía la esperanza de que fuera una enfermedad, que se pudiera tratar con pastillas", añadió la pobre madre.
Pero los expertos advierten que el amor de la madre está matando al chico. "Lo quiere, pero en realidad lo está matando, muy lentamente", opinó el experto en obesidad infantil, Michael Markiewicz.