BRSILIA.- Con cerca de 1.200 vuelos cancelados en un periodo de diez horas, persistió hoy el caos en los principales aeropuertos de Brasil, donde las autoridades prevén que recién el martes la situación comenzará a normalizarse.
La previsión fue hecha por el presidente del ente estatal que administra los aeropuertos, INFRAERO, brigadier José Carlos Eduardo Pereira, tras participar de una reunión de emergencia celebrada hoy junto al ministro de Defensa, Waldir Pires, y el asesor especial de esa cartera, brigadier Jorge Godinho.
Asimismo, adelantó que los pasajeros deberán soportar largas horas de espera en los aeropuertos, tal como sucede desde el viernes, hasta cerca de las 22:00 hora local.
La principal resolución adoptada en la reunión fue la de autorizar a los aeropuertos a operar por más tiempo en la noche de hoy, hasta que el flujo de despegues y aterrizajes comience a normalizarse.
Según Pereira, la "malla aérea fue totalmente destruida" tras la huelga iniciada el viernes por los controladores del tráfico aéreo que resolvieron aumentar el intervalo entre los despegues y los aterrizajes, y no autorizar el despegue de algunos vuelos, como forma de reivindicar la desmilitarización del sector y una revisión de su remuneración.
"Hoy tenemos atrasos que varían entre 28 horas y 20 minutos", puntualizó, al tiempo que admitió que el gobierno fue demasiado lento para reaccionar a la huelga, anunciada mediante un comunicado de prensa.
Durante la noche del viernes y la madrugada de hoy, en el momento más tenso de la paralización, que afectó a todos los aeropuertos nacionales, se registraron tumultos, agresiones, manifestaciones y enfrentamientos físicos entre los funcionarios de los aeropuertos y los pasajeros indignados.
También en la noche del viernes, tras una reunión de la que participaron el ministro de Planificación, Paulo Bernardo, y representantes de los controladores, fue alcanzado un acuerdo que puso fin a la huelga, y en el que se estableció que los funcionarios que adhirieron a la misma no serían castigados.
Asimismo, se estableció la implantación de un canal permanente de negociación con representantes del sector y autoridades para discutir la gradual desmilitarización, y la revisión de la remuneración de los controladores de vuelo tanto civiles como militares.
En un principio, la huelga, tildada de "motín" por la Aeronáutica, fue anunciada por el Sindicato Nacional de los Trabajadores de Protección al Vuelo, que divulgó un manifiesto sin firma que hablaba en nombre de los controladores y que amenazaba con promover autoacuartelamientos y huelga de hambre, pero derivó en las medidas adoptadas después de que el comandante del Cindacta 1, Carlos Vuyk de Aquino, amenazó con despedir a los militares que adhirieran a la misma.
Perjudicados por la medida, muchos pasajeros tuvieron que pernoctar en los aeropuertos, sin saber con seguridad si llegarían a embarcar y en ese caso, en qué horario. Con una adhesión de más de 200 funcionarios, la huelga de controladores del tráfico aéreo fue considerada "el mayor apagón aéreo" registrado en el país por las autoridades.