LA HABANA.- Entonando cánticos y rezos, cientos de católicos cubanos participaron la noche de este Viernes Santo en la procesión del Vía Crucis por las calles de La Habana Vieja, barrios y ciudades de la isla, bajo gobierno comunista desde hace 48 años y de fuerte sincretismo religioso.
En la Habana Vieja, Jesús de Nazareno y la Virgen Dolorosa fueron llevadas en andas en un recorrido de cerca de un kilómetro entre la Catedral y la Iglesia del Cristo del Buen Viaje, donde fue esperada por el cardenal Jaime Ortega.
La procesión, presidida por el obispo auxiliar de La Habana, Juan de Dios Hernández, recorrió la Plaza de San Francisco de Asís, y calles tradicionales como Amargura -que debe su nombre a la vía homónima de Jerusalén-, en medio de cánticos y oraciones.
En Santos Suárez, uno de los barrios más populares de La Habana, unas 700 personas, con banderas de Cuba y de la Iglesia Católica, caminaron 800 metros en torno al templo La Milagrosa.
En esta Semana Santa se celebran unas 30 procesiones en cinco de las 11 diócesis del país, en La Habana, Cienfuegos, Santa Clara, Camagüey y Holguín, según la Iglesia Católica.
Al Vía Crucis de La Habana Vieja, la tercera que se realiza tras ser restablecida en 2005, asistieron miembros de las Damas de Blanco, esposas de presos políticos cubanos, quienes oraron por la liberación de sus cónyuges. También acudió el jefe de la Sección de Interes de Estados Unidos (SINA), Michael Parmly.
En Cuba, donde en Semana Santa no hay descanso, una parte de la población es atea, pero la mayoría profesa el sincretismo religioso, con un fuerte ascendente de origen africano.
En la isla, único país comunista del hemisferio occidental, la Iglesia Católica y el Estado cubano se mantuvieron enfrentados hasta comienzos de la década de 1990, cuando ambas partes distendieron sus relaciones y acordaron mantener una coexistencia pacífica.
La Semana Santa perdió su carácter público hace más de 40 años, concentrándose en los templos. Las procesiones estuvieron suspendidas desde la década de los 60 y fueron autorizadas nuevamente tras la histórica visita del Papa Juan Pablo II a la isla, del 21 al 25 de enero de 1998.