WASHINGTON.- La secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, a quien ayer un comité del Congreso citó para que acuda en mayo a declarar sobre los motivos de la guerra en Irak, sugirió hoy que podría no acudir a la audiencia.
Rice, quien se encuentra en Oslo para participar en una reunión de ministros de Exteriores de la OTAN, dijo que está dispuesta a responder por carta a las preguntas del Comité para la Supervisión y la Reforma de la Cámara de Representantes.
Sin embargo, agregó que podría no aceptar comparecer en persona en una audiencia.
"Estaré encantada de contestarles de nuevo por carta", declaró Rice, que afirmó que en ocasiones anteriores ya ha respondido a las preguntas de los legisladores sobre los motivos del Gobierno estadounidense para decidir ir a la guerra en Irak.
"Ya contesté esas preguntas, prácticamente las mismas, durante mi audiencia de confirmación" como secretaria de Estado, agregó, antes de señalar que "es un tema que se ha contestado y vuelto a contestar y contestado de nuevo".
Ayer el comité aprobó por 21 votos a favor y 10 en contra la citación de Rice, que quedó emplazada a declarar en mayo sobre los argumentos del Gobierno para justificar la guerra.
Tras conocerse el resultado de la votación, el Departamento de Estado expresó que podría disputar la decisión del comité, con el argumento de que la ley de EE.UU. protege al Presidente y a sus asesores de tener que declarar ante el Congreso.
Según el portavoz del Departamento, Sean McCormack, "estas cuestiones están cubiertas por el privilegio Ejecutivo", en alusión a las leyes que sancionan esa protección.
La Casa Blanca se ha acogido en varias ocasiones durante el mandato de George W. Bush a ese privilegio, que invoca con el argumento de que si los asesores presidenciales saben que pueden tener que dar explicaciones ante el Congreso, se pueden ver condicionados al aconsejar al Presidente de manera franca y sincera.
Cuando comenzó la guerra en Irak, en marzo de 2003, Rice era la consejera de Seguridad Nacional de la Casa Blanca.
En los meses previos a la invasión, el Gobierno estadounidense alegaba que el régimen del entonces Presidente Saddam Hussein tenía armas de destrucción masiva y pensaba usarlas contra otros países, algo que se demostró era falso.