El Pontífice entrega la hostia al niño que habría sido beneficiado con un milagro atribuido a fray Galvao, el primer santo nacido en Brasil.
EFESAO PAULO.- El Papa Benedicto XVI canonizó hoy en Sao Paulo al sacerdote fray Galvao como primer santo nacido en Brasil, en una multitudinaria misa a cielo abierto, una medida que el Pontífice espera ayude al catolicismo a recuperar su tradicional fuerza en el país.
El franciscano Antonio Galvao de Franca, quien tomó el nombre de fray Antonio de Sant’Anna Galvao, nació en Brasil en 1739 cerca de donde actualmente se erige el Santuario de Aparecida, el más grande de ese país.
En la misa participaron personas que se habrían beneficiado por milagros atribuidos a fray Galvao, quien había sido beatificado por el Vaticano en 1998. Luego, la Santa Sede confirmó dos milagros del franciscano, paso necesario para su canonización como santo.
Expertos afirman que la canonización defray Galvao servirá para inyectar vitalidad a la Iglesia Católica en Brasil, donde la fe romana ha perdido fieles, especialmente por la agresiva acción evangelizadora de movimientos pentecostales.
Fray Galvao, quien será conocido de ahora en adelante como San Antonio de Sant’Anna Galvao, vivió en Brasil entre 1739 y 1822, y fue conocido por su presunto poder de cura de enfermedades con el que favorecía a los seguidores que acudían al Monasterio de la Luz, que fundó en Sao Paulo.
El franciscano logró, a inicios del siglo XIX, un "milagro" validado por la Iglesia, al curar a un presunto enfermo de cálculos renales, y que dio origen a las famosas "píldoras", pequeños papelitos enrollados cuidadosamente por las monjas, con invocaciones a la Virgen, que consolarían a los devotos.
En esa ocasión Fray Galvao dio a tomar al enfermo tres papelitos donde había escrito "Post partum Virgo Inviolata permansisti: Dei Genitrix intercede pro nobis (tras el parto, Virgen, permaneciste inmaculada: Madre de Dios, ruega por nosotros)".
Desde entonces se difundió la devoción por las "píldoras milagrosas", que deben tomarse mientras se reza una novena a la Virgen, el primero, el quinto y el último día de las oraciones.
Otros "milagros" que reconoció la Iglesia, a través de la ingestión de sus "píldoras", fueron la cura de una niña con hepatitis de cuatro años en 1990, que le valió la beatificación, y posteriormente, en 1999, el que confirmó su canonización: el embarazo de una mujer con malformación de útero.