NUEVA YORK.- Ver televisión en el taxi. En Nueva York, eso pronto será de lo más normal. Hasta fin de año, los alrededor de 13.000 coches de la famosa flota amarilla de la ciudad estarán equipados con un moderno sistema de video y de pago.
El pasajero en la parte trasera del vehículo podrá ver en una pantalla los titulares más recientes, buscar un restaurante, revisar la agenda cultural y ver videoclips producidos especialmente para la ocasión.
Además, en un plano electrónico de la ciudad podrá seguir permanentemente el recorrido. Y al bajar del coche, sólo será necesario pasar la tarjeta de crédito por el lector.
"Este es un sistema a medida, interconectado y único en su tipo para mejorar la atención al cliente", comentó el presidente de la comisión local de taxis, Matthew Daus.
Ninguna otra ciudad puede ofrecer un sistema tan refinado de alta tecnología. Pero los conductores de los "cabs" amarillos, llamados cariñosamente "cabbies", no están para nada entusiasmados.
La poderosa alianza de taxistas, que representa a más de 8.000 conductores, incluso amenaza con una huelga en el caso de que la ciudad no modifique algunas reglamentaciones.
Lo que más les molesta es que además de los aparatos para el cliente deban instalar un sistema especial de navegación. La central de taxis podrá ver así todos los vehículos en una pantalla y seguir cada ruta.
"Eso es un violación a la privacidad, una observación las 24 horas en un sector en el que el trabajor de todas maneras ya es explotado", criticó la presidenta de la Alianza, Bhairavi Desai, según "The New York Times".
Y el "taxidriver" Ley Acey se quejó: "Es como una tobillera electrónica de esas que deben llevar los presos".
A través del sistema, las autoridades quieren transmitir consejos y recomendar rutas alternativas. Además, los vehículos serían así más fácilmente identificables si un cliente, por ejemplo, se olvidó su billetera en uno de los coches.
"Todo el sistema no traerá más que caos y confusión", teme Eugene Ansah. El ghanés está en Nueva York desde 1997 y se compró una minivan ecológica hace dos años con ayuda de sus amigos. Su licencia, una placa colocada sobre el capó con el número "4 G 14", la alquila a una gran empresa.
"Apenas me alcanza para vivir", dice. "Ahora tengo que comprar el aparato nuevo y desviar un cinco por ciento al banco por cada pago con tarjeta de crédito. Eso es duro".
Más allá de eso, conducir un taxi en Nueva York es un trabajo duro. Muchos de los en total 40.000 "cabbies" trabajan 12 horas por día, seis días a la semana. El ajetreo en la ciudad, casi siempre atascada, ataca los nervios y las calles están en un estado lamentable.
La vida útil de los coches -que en un 90 por ciento siguen siendo Crown Victorias, que consumen mucho combustible- apenas supera los tres años.
Sin embargo, las licencias son un bien escaso. Hace poco, dos de las placas fueron vendidas por un precio récord de 600.000 dólares cada una, sumas que sólo puede pagar una gran empresa.
Para el nuevo sistema, los propietarios de coches deberán elegir entre cuatro fabricantes. Dependiendo de la empresa, la cuota mensual es de entre 40 y 70 dólares. En total, la compra y el mantenimiento costarán en unos tres años entre 2.800 y 5.400 dólares.
"No estamos en contra de la alta tecnología, pero este sistema no está maduro y es de hecho una reducción del sueldo", dice Bigu Mathew, de la Alianza de Conductores de Taxis.
La organización ya realizó una huelga en 1998, cuando estaba previsto instaurar multas más elevadas para infracciones de tráfico menores. En ese entonces, los neoyorquinos tuvieron que renunciar durante 24 horas a sus queridos "yellow cabs".