LIMA.- El contagio del virus del sida a dos pacientes sometidos a sendas transfusiones de sangre hizo saltar las alarmas esta semana en Perú y ha puesto en entredicho los sistemas de control del sistema público de salud.
La controversia se desató cuando se dio a conocer el caso de Judith Rivera Díaz, una madre de familia de 44 años que resultó infectada con el VIH el pasado mes de abril tras ser operada en un hospital estatal de la provincia del Callao.
Visiblemente afectada, Rivera Díaz compareció ante los periodistas junto al viceministro de Salud, José Calderón Ybérico, quien paradójicamente informó de que no hubo negligencia en la transmisión del VIH.
El viceministro dijo que el contagio se debió a la donación hecha por una persona que desconocía que era portadora del virus, que no se pudo detectar en las pruebas efectuadas por encontrarse en el denominado "periodo ventana", durante el cual ni se observa el virus ni se presentan síntomas.
Ante la repercusión que generó el caso, el Ministerio de Salud se comprometió a proporcionar atención integral de por vida a Rivera, aunque rechazó pagarle una indemnización ya que, a su juicio, le correspondería al Poder Judicial, donde la mujer ya ha iniciado el proceso.
Lejos de disminuir, la alarma se disparó dos días después al conocerse un nuevo contagio de sida a un niño de un año de edad, en el mismo hospital, lo que llevó al Gobierno a declarar el estado de emergencia en todos los bancos de sangre del país.
La medida, impuesta el miércoles y que supuso el cierre de 30 centros, implicó la intervención de todos los bancos de sangre y el compromiso de crear a corto plazo centros de donación e impulsar esta de forma voluntaria como prioridad nacional.
Y es que tan sólo el 4 por ciento de la sangre para transfusiones en Perú procede de voluntarios, lo que crea una situación crítica porque las reservas son insuficientes, explicó a Efe el representante de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en este país, Manuel Peña.
Convencido de que la "seguridad sanguínea constituye un reto mundial y particularmente en América Latina", Peña detalló que los contagios en los "períodos ventana" pueden darse en todo el mundo, al considerar que mantener la sangre en cuarentena no es una solución.
Para detectar el sida se tarda entre 30 y 35 días con los mejores y más novedosos sistemas, y hasta 3 meses en el caso de la hepatitis C, pero los glóbulos rojos duran 120 días y las plaquetas 3 días, "de forma que no se puede garantizar que las transfusiones son totalmente seguras", explicó Peña.
"La solución -agregó- pasa por crear bancos grandes, que no sean el hospital donde se done, dotarlos de las últimas tecnologías, mantener bien actualizado al personal y tratar que la sangre que se reciba sea saludable promoviendo la donación voluntaria".
Actualmente, la mayoría de donaciones en Perú son las denominadas "de reposición", uellas que deben hacer los familiares de los pacientes que son sometidos a una intervención quirúrgica y que, además, se deben pagar.
A ello se suma la existencia de personas que por una ínfima cantidad de dinero venden su sangre a quien lo solicite, ocultando la información necesaria para deducir la existencia de enfermedades.
Además, cerca del 20 por ciento de las extracciones no son sometidas a pruebas de detección de sida y hepatitis, según un informe reciente y citado por el experto de la OPS, quien puntualizó que ello se hace sólo en algunas "pequeñas clínicas".
Estos últimos casos de contagio por transfusión en hospitales públicos peruanos ha reactivado la alarma, después de que en 2005 saliera a la luz que ocho bebés fueron infectados con el virus del sida por las mismas razones.