YANGON.- El enviado de Naciones Unidas Ibrahim Gambari llegó hoy a Myanmar con las esperanzas mundiales de que pueda persuadir a sus gobernantes para que usen las negociaciones en lugar de las armas para terminar con grandes protestas contra el gobierno militar.
Gambari, un ex ministro de Relaciones Exteriores nigeriano, no realizó declaraciones al arribar a Yangon, desde donde voló directamente hacia la nueva capital del país, Naypyidaw, ubicada a 385 kilómetros al norte.
"El es la mejor esperanza que tenemos. Ambas partes confían en él", declaró el ministro de Relaciones Exteriores de Singapur, George Yeo. "Si el fracasa, entonces la situación se vuelve muy terrorífica", agregó.
Antes de viajar a Yangon desde Singapur, Gambari dijo que iba a "entregar un mensaje del secretario general a los líderes, un mensaje que proviene en gran parte desde el Consejo de Seguridad".
"Espero una visita muy fructífera, para así poder informar de avances en todos los frentes", dijo Gambari, según lo citó el canal de televisión Channel News Asia.
Cuando se le preguntó si esperaba reunirse con el detenido líder en favor de la democracia Aung San Suu Kyi, Gambari respondió: "Espero reunirme con todas las personas con las que necesito reunirme".
Hasta ahora, la junta militar parece haber ignorado el clamor internacional por un fin pacífico a las manifestaciones lideradas por monjes budistas, el centro moral del país, que comenzaron con pequeñas protestas contra el alza de los precios del combustible en agosto.
Soldados y policías cerraron el sábado el centro con barricadas, el lugar desde donde se conocieron las protestas en favor de la democracia en todo el mundo.
Pequeños grupos se reunieron para burlarse de las fuerzas de seguridad e insultarlos antes de dispersarse en pequeños callejones laterales cuando los soldados iniciaban su carga.
El juego del gato y el ratón entre las multitudes, que reaparecían en diferentes lugares, y las fuerzas de seguridad se prolongó el viernes durante horas. Se escucharon varios disparos, pero no hubo informes de heridos.
La junta dijo que está actuando con moderación. En la práctica, eso ha significado disparar contra la multitud, allanar al menos una decena de monasterios que se cree que lideraban las protestas, detener a cientos de monjes y el cerrar zonas de la ciudad cercanas a las pagodas donde comienzan y terminan las protestas diarias. Por el momento, eso parece estar funcionando.
"La paz y la estabilidad han sido restauradas", declararon el sábado los periódicos estatales, después de que las fuerzas de seguridad trataron a los manifestantes "con cuidado, usando la menor fuerza posible", agregaron.
El viernes, pocos monjes participaron en protestas mucho menores alrededor de las barricadas, en una ciudad aterrorizada ante la posibilidad que se repita lo de 1988, cuando el Ejército mató a cerca de 3.000 personas al aplastar un levantamiento en el país.
El sábado, con sus monasterios rodeados por fuerzas de seguridad, pocos salieron a pedir la limosna diaria, de la que dependen para alimentarse, dijeron residentes.
Muchos monjes jóvenes estaban evitando ser arrestados, despojándose de sus hábitos granates y refugiándose en casas, pretendiendo ser laicos.
Por segundo día hubo protestas en la ciudad de Mandalay, la segunda más importante del país, pero personas dijeron el sábado que no supieron nada sobre informes de soldados que disparaban contra sus colegas que se rehusaron a abrir fuego contra la multitud el día anterior.
"Había muy pocos soldados en el camino, pero muy lejos de nuestro hotel. Nadie murió", dijo en inglés la recepcionista de un hotel en Mandalay. "No es tan peligroso en Mandalay", agregó.
Los monjes han informado que seis de sus hermanos han muerto desde que el Ejército inició el miércoles su severa operación para poner fin a las protestas de los religiosos que eran apoyados por partidarios, que alcanzaron a extenderse por cinco cuadras.
Los medios estatales reconocieron que 10 personas han muerto desde que comenzaron las operaciones, lo que ha provocado la indignación internacional. Entre las víctimas hay un periodistas japonés.
"Temo y creo que la pérdida de vidas en mucho mayor a lo que se ha informado", dijo el viernes primer ministro británico, Gordon Brown, después de conversar con el presidente de Estados Unidos, George W. Bush.
Bush y Brown discutieron la necesidad de mantener la presión internacional sobre los gobernantes de Myanmar y la Casa Blanca criticó la actual represión como "brutal".
El mandatario estadounidense autorizó el jueves nuevas sanciones contra el Gobierno de Myanmar, que ha operado bajo restricciones similares durante años.
La Unión Europea convocó al diplomático birmano de mayor rango en Bruselas y le advirtió que endurecería sus sanciones.
Expertos de la UE revisaban posibles restricciones a las exportaciones de madera, metales preciosos y gemas desde Myanmar, pero no lograron una decisión, dijeron diplomáticos.
China, el principal aliado de la junta, pidió públicamente el jueves por primera vez moderación. Pero en Naciones Unidas, Pekín ha descartado apoyar las sanciones o la condena de la ONU al uso de la fuerza por parte del Gobierno militar.