BUENOS AIRES.- Admiradora confesa y usualmente comparada con Hillary Clinton y Eva Perón. Primera presidenta electa en la historia de Argentina, e inédita sucesora de su propio marido.
Los argentinos determinaron hoy que con cerca de un 43% de los votos, la actual senadora y primera dama, Cristina Fernández de Kirchner, sea la próxima Presidenta de la República, en una de las elecciones más apáticas que se recuerden al otro lado de la cordillera, con un muy escaso interés despertado en la ciudadanía.
La elección de Cristina (a secas, como le gusta que la llamen), es vista como una apuesta, por parte de los electores, por la continuidad del actual boom económico argentino, en un voto de de apoyo hacia la actual gestión, a cargo de su marido Néstor Kirchner. Sin embargo, expertos también han hablado de la elección de Fernández como el fruto de un clima de "inevitabilidad" respecto de su triunfo, construido desde el propio "kirchnerismo".
Fernández, una abogada de 54 años que reinvindica los orígenes combativos del peronismo, llegará a la Casa Rosada bajo la promesa de mantener las políticas que llevaron al país a un ciclo de arrollador crecimiento, durante los cuatro años de gestión de su marido.
Sin embargo, también se asume que deberá enfrentarse a una aceleración de la inflación, que está castigando duramente los bolsillos de los argentinos, la falta de inversiones en infraestructura, casos de corrupción y altos índices de delincuencia, entre otros problemas.
La senadora es vista como una pieza clave de la administración de Kirchner, y muchos argentinos creen que su victoria implica que el país seguirá siendo gobernado por la pareja hasta 2011, tal como, aseguran, ha ocurrido desde 2003. Ello, ya que no muchos confían en los dichos del actual mandatario, quien ha asegurado que tras dejar el gobierno será un "ciudadano común".
"Nepotismo", entonces, es la mínima acusación que se ha hecho a la pareja, una palabra que ha sonado en boca de personas como la candidata de centroizquierda Elisa Carrió, quien durante su campaña intentó en vano explotar varios casos de corrupción que recientemente salpicaron al Gobierno.
Cristina ha prometido seguir las premisas de su marido de mantener cebado el consumo doméstico, alentar las exportaciones con una moneda debilitada y mantener los superávits fiscal primario y comercial. Sin embargo, se espera que también sepa imprimir un estilo diferente, sobre todo en materia de relaciones internacionales.
Su proyecto es mantener canales abiertos con todo el planeta, con el difícil desafío de afianzar los estrechos lazos de la actualidad con el gobierno de Hugo Chávez, y a la vez con Washington, que ha mantenido frías relaciones con Kirchner.
Fernández también heredará un largo conflicto ambiental con Uruguay, leves tensiones comerciales con Brasil, y una relación con Chile muy determinada por el tema energético.