PARÍS.- Con atascos de tránsito que totalizaban 350 km en todo el país, un 25 % de trenes y 20 % de metros en París, Francia se encontraba semiparalizada el miércoles por una nueva huelga de transportes contra la reforma de regímenes especiales de pensiones, erigida en símbolo de la política de cambio que pretende impulsar el presidente Nicolas Sarkozy.
En los ferrocarriles, donde sólo circulaba entre el 20 y el 25% de los trenes (5% a 10% en la huelga del 18 de octubre), la situación podría continuar el jueves e incluso el fin de semana en la medida que el movimiento es prorrogable.
Esto, a pesar de que el martes en la tarde, poco antes de que comenzara el paro ferroviario, la CGT, una de las grandes centrales sindicales francesas, propuso nuevos términos de negociaciones al gobierno.
En París, sólo uno de cada cinco metros y un 15% de los buses estaba en circulación. El transporte público entre la capital y las comunas de la periferia también estaba muy perturbado.
Muestra de que los franceses se habían preparado para asumir la situación, la circulación en la capital estaba sólo ligeramente más congestionada que en tiempo normal.
Tampoco se veían en las calles las columnas de personas que habían optado por caminar entre cada estación de metro, esperando poder abordar uno de ellos.
Por el contrario, casi no había bicicletas disponibles en las estaciones de alquiler, conseguir un taxi era casi un milagro, y los hoteles de la capital habían visto un aumento importante de las reservas hechas por personas que habían optado por pernoctar en las inmediaciones de sus lugares de trabajo.
Este conflicto es una de las pruebas mayores para el presidente Nicolas Sarkozy, que ha hecho de las reformas de los regímenes especiales de jubilación un símbolo de su voluntad de no ceder en su política de cambio de las relaciones sociales.