L'Aquila fue la ciudad más golpeada por el sismo.
ROMA.- Mientras los socorristas rescatan sobrevivientes y retiran cuerpos sin vida de los escombros de L’Aquila, ciudad del centro de Italia sacudida hoy por un fuerte sismo que dejó al menos 50 muertos y 50.000 damnificados, María Franscesco llora frente a lo que era su casa y afirma: "Viví 20 segundos en el infierno".
"Viví 20 segundos en el infierno. Mi casa de derrumbó, quedó destruida, no se puede recuperar nada", asegura mientras mira lo que queda de su casa en L'Aquila, 110 kilómetros al noreste de Roma.
La céntrica calle de la ciudad medieval, conocida por sus monumentos artísticos, parece "bombardeada", con pedazos de edificios y cúmulos de tierra.
A pocos metros, los socorristas extrajeron los cuerpos de cuatro estudiantes de la Casa del Estudiante, donde residen jóvenes de toda la península así como extranjeros, que acuden a la renombrada universidad de L'Aquila.
"Desde hace tres meses que sentimos temblores, cada vez más fuertes. Ayer fue la apocalipsis", sostiene María.
Aún desconcertada, la ciudad comienza a contar los muertos a la vez que miles de habitantes y grupos de turistas con las maletas en la mano intentan huir a cualquier precio de la zona atemorizados por las réplicas del sismo que siguen sacudiendo la región.
Numerosas personas se refugiaron en los automóviles estacionados frente a sus casas y serán trasladados a tiendas de campañas que comenzaron a ser instaladas o al estadio de la ciudad.
"A las once de la noche sentimos el primer temblor, otro dos horas después, entonces resolvimos salir a la calle, pero después de un buen tiempo volvimos a entrar y ahí se desplomó el edificio. ¡Salí a la calle en calzones!", contó Marco.
Según las autoridades, el terremoto de magnitud 5,8 dejó al menos 50 muertos y entre 40.000 a 50.000 personas quedaron damnificadas, sin su propio techo, sobre todo ancianos.
Los equipos de rescate, provenientes de toda Italia, continuaban a mediodía excavando entre los escombros y pedían "silencio" para poder detectar cualquier rumor entre el cemento y los ladrillos.
En una pequeña calle en subida, un grupo enorme de personas trataba de levantar el techo de un edificio de cuatro pisos, donde se encontraban numerosas personas vivas y se escuchaba claramente a una mujer que pedía ayuda.
Las carreteras de acceso a L'Aquila fueron cerradas, por lo que miles de personas
caminaban como hormigas con mantas bajo el brazo y botellas de agua, completamente cubiertas por el polvo blanco.
"Las autoridades podían pronosticarlo", acusa María. "Me siento como en una película, no me parece real", agrega aún atónita.
Pueblos destruidos
Saul Chiuchiarelli, residente la L'Aquila, relató cómo logró salir ileso del terremoto mientras el techo de su vivienda se le venía encima. "No sólo el yeso, sino parte del hormigón caía sobre mí, aunque por fortuna, ninguno me alcanzó", declaró.
Tanto él como algunos de sus vecinos salieron a las escaleras, que según ha explicado, temblaban pero aún eran practicables, y todos ellos consiguieron salir ilesos a la calle.
Ante el miedo a nuevas réplicas y a la posibilidad de que su casa tuviera daños estructurales, Chiuchiarelli se ha trasladado a su localidad de origen Ovindoli, donde los daños han sido "menores que en L'Aquila" y se ha llevado con él a dos de sus vecinos a los que ha brindado su hospitalidad.
"Hay pánico. Hay pueblos destruidos casi por entero. Las madres, los hijos, las mujeres, hemos salido todos fuera", declaró uno de los supervivientes al diario italiano "Corriere della Sera".
"No sé cuántas personas han quedado bajo los escombros. Yo me encontraba con mi mujer en la cama en la segunda planta. En la primera estaba mi madre con mis hijos. Todos los techos han caído. No sé ni cómo hemos conseguido salir con vida", añadió.
Guido Mariani dijo hoy al diario italiano "La Repubblica" que permaneció "durante tres horas bajo los escombros" y que "afortunadamente” dos vigas impidieron que un muro se le cayera encima.
Mariani aseguró que los que lo salvaron, retiraban los escombros con sus "manos desnudas", pero no pudo decir cuanta gente quedaba bajo los escombros en el bloque de viviendas en el que se encontraba.
Natalia Amoroso, una joven estudiante de la ciudad de L'Aquila ha podido saber de lo ocurrido esta noche en su pueblo por el testimonio de unas compañeras.
"Yo me encontraba esta noche en Lanciano, pero he podido hablar con dos amigas mías del instituto y me han dicho que sólo quieren salir de allí. Por ahora no pueden porque las calles están bloqueadas", dijo Amoroso.
"Según me han dicho, nuestro instituto ha sufrido daños y hay edificios que se han desplomado por entero", añadió.
La sacudida del terremoto le pilló a Loredana di Stefano en la cama de su casa de Lanciano, también en los Abruzos, desde donde sintió "las puertas de los armarios golpear y las lámparas balancearse", comentó.
Di Stefano vio a vecinos que salieron a la calle en pijama en plena noche ante el temor de que las réplicas pudieran sucederse.
La dificultad de ponerse en contacto con sus familiares y amigos ha aumentado la incertidumbre de los habitantes de los Abruzos.
Federica Cialfi, que vive en L'Aquila, dijo que "en la ciudad se venían sintiendo temblores ya desde octubre".
Las autoridades habían evacuado su casa los pasados días 30 y 31 de marzo, después de registrarse temblores más fuertes de lo normal, lo que decidió a Cialfi a su pueblo natal, la localidad de Cupello.
Allí le despertó esta mañana el sismo, aunque reconoce que con menos fuerza que en la capital de la región.
De hecho, ha asegurado que la casa de su abuela en el barrio de Porta Napoli, en L'Aquila, está completamente destruida, aunque la propietaria no se encontraba dentro en el momento del terremoto.
Según Cialfi, ponerse en contacto con familiares en las zonas más afectadas, era "casi imposible" porque las líneas estaban colapsadas.
Después de muchos intentos, Cialfi consiguió hablar por teléfono con uno de sus primos que reside en L’Aquila y que le refirió que estaba vivo "de milagro", ya que había salido a la calle a fumar minutos antes del sismo, que derrumbó la pared de su habitación.