WASHINGTON.- Estados Unidos inició hoy en hospitales de Indiana y Tennessee la campaña de vacunación más ambiciosa de su historia, en la que distribuirá 250 millones de dosis para tratar de inocular contra la influenza humana al menos a la mitad de su población.
Las primeras dosis de la vacuna, todas ellas en forma de inhalador nasal, comenzaron a administrarse un día antes de lo previsto por el Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC) del país, que en un principio calculaba que el primer suministro de 600.000 dosis estaría disponible a partir de mañana.
El Departamento de Salud de Estados Unidos coordinó la semana pasada el reparto de ese primer cargamento, proveniente de cinco fabricantes distintos y asignado a los estados a través de un solo distribuidor.
Los primeros en vacunarse fueron los médicos, enfermeras y personal de emergencia de dos hospitales de Indiana y Tennessee, de acuerdo con las indicaciones del Gobierno de inocular de forma prioritaria a los trabajadores de salud y los grupos con más riesgo de contagio.
Con estas primeras dosis, las autoridades sanitarias del país pusieron en marcha un complejo esquema preventivo en el que el Gobierno ha invertido más de 2.000 millones de dólares.
En total, a lo largo de esta semana, el Gobierno espera garantizar el acceso gratuito de los ciudadanos a un máximo de 7 millones de vacunas, algunas de ellas en forma de inyección, según el CDC.
El objetivo de las autoridades es acelerar el ritmo de distribución a partir de la próxima semana, para sacar de los almacenes una media de 20 millones de dosis semanales y completar el reparto del suministro antes de que acabe el año.
Hasta el viernes, 47 estados y localidades habían encargado al Gobierno más de 1,3 millones de dosis de la vacuna, para paliar una enfermedad que se ha extendido ya a todos los territorios del país, y que ha causado alrededor de 600 muertes y 9.000 hospitalizaciones.
La cantidad de recursos que el Gobierno ha invertido en la campaña y la rapidez con la que los laboratorios autorizados han concluido su trabajo, han dividido a la población entre la expectación y la indecisión.
Según una encuesta nacional divulgada el viernes por la Universidad de Harvard, la preocupación por la seguridad de las dosis y sus posibles efectos secundarios hacen dudar al 60 por ciento de los estadounidenses sobre si someterse a la vacuna.
Ese escepticismo contrasta con el caos en las centralitas de hospitales de todo el país, que aseguran estar saturadas de llamadas de ciudadanos deseosos de asegurarse una dosis de la vacuna.
La incertidumbre acerca de cuándo llegarán las vacunas a cada centro de salud tiene su origen en "la independencia de los estados a la hora de decidir cuántas dosis necesitan y a quién se las conceden con prioridad", según confirmó una portavoz del CDC.
Sin embargo, la falta de información precisa sobre un plan de contingencia concreto en caso de escasez de vacunas o de pánico entre la población inquieta tanto a los ciudadanos como a la comunidad médica, preocupada por el aumento de casos que se prevé con la llegada de la temporada de gripe estacional.
Estados Unidos ha concluido la carrera contrarreloj para fabricar y distribuir la vacuna casi a la par que Australia y sólo por detrás de dos países: China, que estrenó su fórmula en los soldados y estudiantes a finales de septiembre, y el Reino Unido, que ha empezado a vacunar a un millar de niños.
Por su parte, la Unión Europea ya ha autorizado dos vacunas y está enviando las primeras remesas, que en España comenzarán a dispensarse a principios de noviembre, mientras que América Latina no recibirá las dosis iniciales hasta enero de 2010.