La presión social desbancó a Mubarak.
ReutersEL CAIRO.- Hace poco más de una semana había rechazado públicamente renunciar antes del fin de su mandato, en septiembre próximo, con el argumento de que así evitaría que el país se sumiera en el caos. Intentó resistir en el poder, pero finalmente la presión popular lo superó. Fueron 18 días de protestas que lo llevaron a dimitir, luego de tres décadas.
Al mantener buenas relaciones tanto con Israel como con Estados Unidos, Hosni Mubarak era hasta cierto punto el garante de la paz en Medio Oriente. Por ello, es clave el papel que ocupó entre la dirigencia de los países árabes, lo que hace prever que su renuncia como Mandatario del país más poblado de la región modificará el tablero político externo.
Hijo de un funcionario estatal, ingresó en la política a partir de su carrera militar. Fue vicepresidente de Muhammad Anwar El Sadat y como tal ascendió automáticamente a la jefatura de Estado al ser asesinado el Presidente en 1981 a manos de islamistas radicales. Pese a esto, logró sostener el tratado de paz sin perder un rol de liderazgo en el mundo árabe.
Respaldo occidental
Con su política exterior basada en equilibrios y su mano dura contra los grupos musulmanes radicales dentro del país, que en los años '90 asesinaron a turistas extranjeros y funcionarios, logró un amplio apoyo de Occidente.
En 1991 defendió la guerra para expulsar a los iraquíes que habían invadido Kuwait, pero en 2003 intentó disuadir a Estados Unidos de lanzar una nueva guerra contra Irak.
Occidente vio en Mubarak a un socio fiable y un pilar decisivo para la estabilidad en Medio Oriente. Y así, Egipto logró apoyo económico y financiero. Sin embargo, se callaron violaciones de derechos humanos en el país.
Los críticos acusan al ya ex Mandatario de preparar a su hijo Gamal para la sucesión y de querer crear así una dinastía de gobernantes. Buscando legitimar el ascenso de su primogénito, permitió elecciones legislativas con participación de opositores en 2005. Pero el éxito de los Hermanos Musulmanes en la primera ronda, llevó al régimen a volver a controlar las elecciones.
Los controvertidos comicios de fines de 2010 se realizaron entonces con nuevas normas que limitaban severamente la participación electoral. La oposición quedó prácticamente excluida del nuevo Parlamento. Era un nuevo intento de Mubarak por sentar bases de poder para el ascenso de su hijo.
Pero la caída del gobierno de Túnez a raíz de las manifestaciones populares en ese país sirvió de catalizador para el estallido en El Cairo. Se unieron quienes protestaban por el fraude electoral; por la represión generalizada; por la pobreza -40% de la población con menos de dos dólares de ingresos diarios-; por la marginación de los jóvenes y por la ausencia de derechos laborales.
La caída
Las manifestaciones en la plaza Tahrir de El Cairo y en otras ciudades hicieron sentir el descontento a partir del 25 de enero. Mubarak anunció entonces el 1 de febrero que ni él ni su hijo se presentarían en las elecciones presidenciales agendadas para septiembre.
También aceptó en ese momento iniciar algunas reformas, que siempre había rechazado antes, como los artículos de la Constitución introducidos por él mismo que limitaban severamente las posibilidades de presentar candidaturas a la presidencia.
Era sin embargo demasiado tarde para cambios parciales. La tensión política y social acumulada a lo largo de los últimos años, incrementada por el alza de los precios de los alimentos, y el surgimiento de sectores medios y juveniles con aspiraciones de mayor libertad pusieron punto final al régimen iniciado en 1952 por la revolución de los coroneles, que se mantuvo en el poder durante casi 60 años con sólo tres Mandatarios, entre ellos, Mubarak.