AJDABIYA.- Los pocos civiles que no han huido de los combates entre rebeldes y ejército en el este de Libia se encierran en sus casas para evitar correr la suerte de los que han muerto bajo las bombas o las balas de francotiradores.
Esta región desértica a orillas del mar, donde el frente parece estabilizado después de dos días a medio camino entre la terminal petrolera de Brega y la ciudad de Ajdabiya (unos 80.000 habitantes, en el sur de Bengasi), los pueblos son escasos y los habitantes poco numerosos.
En las casas de una planta de cemento perdidas en el océano de arena y rocas, algunos se resisten a marcharse. Han cerrado sus puertas con candados, esperan y rezan. A menudo, sin electricidad ni agua aunque con reservas de víveres.
El viernes al alba, Mahmud Abidi, de 38 años, llegó hasta el arco de metal verde que enmarca la puerta oeste de Ajdabiya. Las órdenes son claras: no hay que sobrepasarlo.
"He venido para tratar de obtener noticias de mi madre y mis hermanos. Se han quedado en Brega", dijo a la AFP este empleado de refinería, también instalado en Brega" pero que ha llevado a su familia a Ajdabiya.
"Lograron llamarme ayer. Estaban encerrados en casa. Todos los vecinos se han ido. Tienen miedo", confiesa.
Brega y Ras Lanuf, a unos 130 km al oeste de Ajdabiya, son centros petroleros: refinerías, terminales de exportación de los pozos situados un poco más al sur, enormes talleres.
Las decenas de miles de empleados, la mayoría extranjeros, huyeron en los primeros días de los enfrentamientos hace seis semanas.
Los centenares de pequeñas casas rodeadas de altos muros están vacíos. Cuando los rebeldes controlaban el lugar, colocaron a hombres para vigilar las entradas.
En el interior, en una casa donde un equipo de la AFP pasó la noche, todo estaba en su sitio: heladera llena, ropa sucia en el baño, DVD sobre el lector.
En otros lugares, los pocos habitantes han preferido huir. Hacia el oeste, cerca de Sirte, la ciudad natal del coronel Muamar Gadafi, también han querido huir de la llegada de los rebeldes.
Ahmad Muftar, de 40 años, subió a los suyos en un viejo Peugeot. "En principio, estamos al abrigo, nuestro pueblo está a diez kilómetros en la montaña", dijo el jueves a la AFP. "Pero los hombres de Gadafi han cortado el agua, y desde ayer no hay electricidad. Las mujeres tienen miedo. Nos vamos a Bengasi".
El miércoles y jueves, ocho miembros de dos familias diferentes, en la localidad de Argub, en el sur de Brega, han muerto, indicó el doctor Isam Abu Harba, en el hospital de Ajdabiya. Las circunstancias de su muerte son oscuras y hay varias versiones.
El viernes por la tarde, Adjabiya, a medio centenar de kilómetros del frente, era una ciudad fantasma. En las avenidas arenosas, algunas siluetas se perfilan detrás de los muros.
Una de ellas, Brahim Musa, de 56 años, un profesor jubilado, con una chilaba ocre con capucha en pico, camina en el umbral de su puerta.
"Dios decide... Solo tengo miedo de él. Rezo en la mezquita". La mayoría de los vecinos se han ido menos él y los seis miembros de su familia. Cuando la ciudad cayó brevemente, la semana pasada, en manos de las fuerzas de Trípoli no se movió. Muestra los impactos de bala en los muros de su casa.
Su vecino Mohamad Abdalá, 20 años, es menos fatalista. "Si se acercan por la puerta oeste, agarramos todo y nos vamos. Pero mientras tanto, nos quedamos".
El viento trae el ruido de detonaciones. Un niño corre con los pies descalzos por la calle. Mohamad le grita que vuelva a casa inmediatamente.