WASHINGTON.- Expertos estadounidenses empiezan a identificar las lecciones que dejó el desastre nuclear en Japón, que reveló, según ellos, dos fallas: la vulnerabilidad de los contenedores de combustible radiactivo y la autonomía insuficiente de los sistemas de enfriamiento eléctricos.
El maremoto que azotó el 11 de marzo las costas del noreste de Japón y que afectó terriblemente la central nuclear de Fuskushima, dañó dos de los seis contenedores de enfriamiento de combustible radiactivo, constató Gregory Jaczko, director de la Comisión estadounidense de Reglementación Nuclear (NRC).
"La posibilidad de una fuga" continúa vigente, explicó Jaczko esta semana, a su regreso de Japón, ante de una subcomisión del Senado estadounidense.
Las autoridades japonesas temen que los contenedores, situados en lo alto de los edificios de los reactores, hayan sido fisurados por explosiones de hidrógeno, perdiendo así su hermetismo.
El responsable de la NRC aseguró sin embargo que, en Estados Unidos, estos contenedores, así como las vallas de confinamiento, son "estructuras sólidas" en las que el carburante radiactivo usado puede ser almacenado "en completa seguridad" durante al menos un siglo.
Jaczko recordó además el lanzamiento nacional de una revaluación de la seguridad de los 104 reactores estadounidenses.
Con una postura opuesta, David Lochbaum, especialista de la Unión de Científicos Preocupados (UCS), un organismo científico independiente, insistió ante los senadores sobre la fragilidad de los contenedores que, estando mucho menos vigilados que los reactores, encierran más material radiactivo que los reactores mismos.
"Hoy día, en Estados Unidos, decenas de miles de toneladas de carburante nuclear radiactivo están almacenadas en estos contenedores que, en numerosas centrales, contienen cerca de diez veces más carburante que los reactores mismos", explicó Lochbaum, quien estima que el accidente japonés debería inspirar un cambio en Estados Unidos.
A diferencia de los reactores, estos contenedores no son enfriados por una multitud de sistemas de emergencia complementarios, alimentados por diferentes fuentes de electricidad, incluyendo baterías que cuenten con una autonomía de varias horas, en caso de descompostura total, como ocurrió en Japón.
El ingeniero criticó también que, a diferencia de los reactores que están protegidos por una capa ancha de acero y cemento, las paredes de los contenedores están hechas de lona de hangar.
"Hemos fracasado, en Estados Unidos, en el manejo del riesgo relacionado con el almacenamiento del carburante nuclear usado. Podemos y debemos hacerlo mejor", insistió Lochbaum.
Por su parte, la senadora de California, Dianne Feinstein, criticó el hecho de que el carburante usado que fue extraído en 1984 de los reactores que están en su estado, propenso a sismos, esté todavía dentro de contenedores de enfriamiento.
"Está claro que hace falta una política federal que regule el ciclo del carburante nuclear", dijo durante una audición.
Además de la fragilidad de los contenedores, los expertos señalaron que las centrales nucleares de Estados Unidos carecen de sistemas de enfriamiento eléctricos suficientemente autónomos, capaces de enfrentar un largo apagón.
Así lo estimó David Lochbaum, quien constató que en 93 de los 104 reactores estadounidenses, las baterías sólo contaban con cuatro horas de autonomía, dos veces menos que en Fukushima, en donde la autonomía de las baterías fue insuficiente.
Por su parte, Anthony Pietrangelo, del Nuclear Energy Institute, que representa la industria nuclear, dijo al Senado que deberían considerarse baterías autónomas de al menos 48 horas.