LONDRES.- Documentos de los servicios secretos británicos revelan que durante la Segunda Guerra Mundial los nazis planearon atacar Nueva York, pero el sabotaje que realizarían cuatro hombres acabó en una farsa.
Según informa el diario The Times, el plan consistía en desencadenar el terror en esa ciudad norteamericana volando fábricas, negocios pertenecientes a judíos, presas, carreteras y ferrocarriles.
Pero el submarino alemán en que viajaban los saboteadores encalló, uno de ellos se emborrachó en un bar parisino antes de comenzar la aventura, mientras que otro se entregó al FBI, que en un principio no le creyó.
El extravagante plan
La llamada "Operación Pastorius", de la que se tiene conocimiento ahora con la publicación de los archivos del MI5, fue uno de los episodios más extravagantes de la Guerra, aunque en su momento fue algo muy serio.
La operación la dirigía George Dasch, un ciudadano alemán que había vivido muchos años en EE.UU., y la mayoría de los saboteadores eran nazis convencidos, aunque no Dasch, que antes incluso de abandonar Alemania había decidido pasarse al otro bando.
Los cuatro integrantes de la expedición, que habían recibido instrucciones para fabricar todo tipo de explosivos, debían mantenerse ocultos en EE.UU. durante algún tiempo antes de pasar a la acción y llevar a cabo operaciones de sabotaje contra la maquinaria de guerra estadounidense: volando puentes, destruyendo trenes o perturbando la producción de aviones.
El fracaso
El complot empezó, sin embargo, a hacer aguas incluso antes de que comenzara la operación: tras una cena de despedida en París, uno de los saboteadores llamado Herbert Haupt se emborrachó en el bar del Hôtel des Deux Mondes y anunció en voz alta a los reunidos que era un espía.
El submarino encalló luego cerca de la playa de Amagansett en Long Island el 13 de junio de 1942 y, como escribió más tarde Victor Rothschild, jefe de contraespionaje del MI5, "sólo por culpa de la pereza y estupidez de la guardia costera norteamericana el submarino no fue atacado".
Los saboteadores remaron en un bote de goma hasta la orilla, donde debían enterrar sus uniformes nazis para asegurarse de que si los sorprendían no los fusilasen.
En ese momento fueron sorprendidos por un guarda costero, al cual explicaron que eran pescadores y que su barca había encallado. Tras ello pudieron tomar libremente un tren para llegar a Nueva York.
La cooperación se frustró una semana más tarde cuando Dasch telefoneó al FBI en Washington y explicó que era un saboteador y quería hablar con el director del cuerpo, Edgar Hoover.
Lo hizo con el subdirector, D.M.Ladd, que se mostró escéptico hasta que Dasch sacó de un maletín y puso sobre el escritorio los 84.000 dólares que había recibido para llevar a cabo el plan.
Los saboteadores aficionados de ese grupo y de otro que había desembarcado en traje de baño en Florida fueron detenidos rápidamente, declarados culpables y condenados a muerte.
Dasch vio conmutada su sentencia por 30 años de cárcel y, puesto en libertad sólo seis años después, cuando regresó a Alemania.