SHANKSVILLE.- Para los familiares de las víctimas del Vuelo 93, el aspecto más emocionante del homenaje que este sábado recibieron sus seres queridos no fueron los discursos ni los tributos musicales. Fue la multitud.
Miles de estadounidenses comunes -nadie hizo un cálculo oficial- acudieron para mostrarles su apoyo en la víspera del décimo aniversario de los atentados del 11 de septiembre de 2011 en las cercanías de Shanksville, en el estado de Pensilvania, y para hacerles saber que tampoco esas víctimas han sido olvidadas.
De forma espontánea, los asistentes rompieron en aplausos cuando dio inicio la ceremonia de dos horas y media en el extenso camino de asfalto negro que atraviesa el campo de margaritas donde el Boeing 757 cayó cuando sus pasajeros se enfrentaran a los secuestradores que pretendían usar la nave como misil.
"Es un día emotivo. Es sobrecogedor ver a todo el mundo aquí", dijo Gordon Hasenei, cuya tía, la jubilada Patricia Cushing, obordó en Boston el fatídico vuelo de United Airlines para pasar unas vacaciones en San Francisco.
Los organizadores acordonaron una sección para que se sentaran las familias de las víctimas frente al escenario desde el que los expresidentes George W. Bush y Bill Clinton reafirmaron la determinación de Estados Unidos para derrotar al terrorismo global.
El resto del público, compuesto predominantemente por vecinos de este rincón rural de Pensilvania -un paisaje de pequeñas granjas, pueblecitos y colinas- llevaron sus propias sillas plegables en el enfangado suelo alrededor del perímetro.
Algunos aplaudieron cuando Bush subió al escenario, pero Clinton dio el discurso más apasionado, en el que aseguró que al rebelarse contra los secuestradores, los pasajeros y la tripulación del Vuelo 93 le negaron a Al Qaida "una victoria simbólica".
Se cree que los atacantes pretendían hacer estrellar el avión contra el edificio del Capitolio, en Washington, que está a unos 20 minutos de vuelo de Shanksville, tal y como sus cómplices habían hecho ese día en el World Trade Center y el Pentágono.
Alice Hoagland, que perdió a su hijo Mark Bingham, viene a Shanksville cada 11 de septiembre, pero este año tocó por primera vez una recién instalada tabla de granito finamente pulida y con el nombre de Bingham, idéntica a las otras 39 alineadas a lo largo de la senda final del Vuelo 93. "Es un proceso cicatrizante y espero que dure el resto de mi vida", declaró.