BAGRAM.- El avión del número uno del Ejército estadounidense fue alcanzado por un cohete la noche del lunes cuando se encontraba estacionado en la base de Bagram en Afganistán, en un ataque que hirió a dos soldados estadounidenses.
La seguridad del general Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor de la institución castrense, y de su equipo, que dormían en el momento del incidente, no estuvieron en peligro en ningún momento, aseguraron varias oficiales estadounidenses.
Pero los daños provocados al avión obligaron a Dempsey a optar por otro aparato para abandonar el país a mediodía, después de dos días de visita, indicó el coronel Dave Lapan, su portavoz.
En total, dos cohetes cayeron durante la noche sobre el gran aeropuerto de Bagram, la mayor base aérea militar del país. Las esquirlas provocadas por uno de esos disparos alcanzaron la puerta del C-17 del general Dempsey, precisó.
Dos soldados estadounidenses encargados del mantenimiento de las aeronaves en Bagram resultaron levemente heridos en el ataque, según la misma fuente.
Los disparos de cohetes contra las bases militares de la OTAN son bastante frecuentes en el país, incluido en Bagram, pero rara vez causan víctimas o daños importantes, según la Fuerza Internacional de la OTAN en Afganistán (ISAF), dirigida por los estadounidenses.
"No hay ningún indicio de que el ataque estuviera destinado a este avión en particular", declaró un portavoz de la ISAF, que explicó que nada distinguía al avión del general Dempsey del resto de los C-17 estacionados en la pista.
El general Dempsey llegó el domingo a Afganistán para entrevistarse con responsables militares estadounidenses, de la OTAN y afganos, entre otros temas sobre la inquietante multiplicación de los ataques de miembros de las fuerzas afganas en contra de sus aliados de la OTAN.
Este tipo de ataques, casi diarios la semana pasada, han dejado 40 muertos este año en las filas del ISAF, que ha perdido a más de 300 en total.
El presidente estadounidense, Barack Obama, expresó el lunes su "profunda preocupación" por la multiplicación de estos ataques, y añadió que trataría el tema con el presidente afgano Hamid Karzai y que el general Martin Dempsey se entrevistaría sobre este tema con John Allen, el mando de la ISAF.
El secretario estadounidense de Defensa, Leon Panetta, dijo él también estar "muy preocupado" por estos asesinatos "fraticidas", que el Pentágono consideraba hasta ahora como actos "aislados".
La coalición militar occidental, que a finales de 2001 expulsó a los talibanes, apoya desde entonces al gobierno de Kabul y a sus fuerzas de seguridad frente a la rebelión de los mismos talibanes
La ISAF prevé abandonar el país antes de finales de 2014.
Este plazo hace temer a algunos un eventual regreso al poder de los talibanes y una nueva guerra civil, aunque Washington, que asume la gran mayoría del esfuerzo de 130.000 soldados de la ISAF, desea dejar un número indeterminado de tropas en el lugar a continuación.
La OTAN asegura por su parte que la insurrección, que ha intensificado sus ataques en los últimos meses, nunca estará en medida de derrocar al ejército y a la policía afgana, a la que está formando.
Durante su viaje, el general Dempsey aseguró que el aumento de los disparos fratricidas no afectaría el calendario de retirada de la ISAF.
Pero en el seno de la ISAF, esta persistente inseguridad ya llevó a Francia a acelerar su retirada del país, ahora fijada para finales de 2012 para las tropas combatientes. Y el lunes, Nueva Zelanda anunció que contemplaba a su vez una retirada anticipada de sus tropas tras la muerte de tres de sus soldados en la provincia habitualmente apacible de Bamiyan (centro).