BUENOS AIRES.- La religiosa argentina María Crescencia Pérez, quien se destacó por su servicio a los más necesitados, especialmente los enfermos, y desarrolló su misión en su país natal y en Chile, fue beatificada hoy en una misa celebrada en la ciudad argentina de Pergamino.
Miles de personas participaron de la ceremonia, que fue presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos, en representación de Benedicto XVI.
"Es una gran alegría para la Iglesia entera, especialmente para Argentina, esta beatificación. La beata Crescencia es la expresión más genuina y más alta de la identidad cristiana de vuestro pueblo", dijo Amato en la homilía de la misa de beatificación.
El papa había aprobado en diciembre de 2011 el decreto por el que se reconoció un milagro logrado por intercesión de la religiosa, la curación en 1995 de Sara Pane, una joven de 23 años, enferma de hepatitis y diabetes que necesitaba de un trasplante para salvar su vida.
La beatificación se realizó en Pergamino (222 kilómetros a noroeste de Buenos Aires), ciudad donde Pérez estudió y descubrió su vocación religiosa.
"Sor Dulzura, así la llamaban. Tuvo una existencia totalmente concentrada en Jesús eucaristía. Los testigos afirman que llevaba una existencia casi angelical", destacó Amato.
María Angélica Pérez -quien luego se llamaría María Crescencia al tomar el hábito religioso- nació en la localidad bonaerense de San Martín el 17 de agosto de 1897 y en 1905 se mudó con su familia a Pergamino.
Allí estudió entre 1907 y 1915 en el Hogar de Jesús, a cargo de las Hermanas del Huerto, congregación fundada en 1829 en Chiávari (Italia) por san Antonio María Gianelli y que despliega su actividad pastoral en escuelas, hospitales, hogares y misiones.
Al concluir sus estudios, Pérez ingresó al noviciado de las Hermanas del Huerto, en el barrio porteño de Villa Devoto.
Luego de hacer su primera profesión religiosa en 1918, la Hermana Crescencia fue enviada al Colegio del Huerto, de Buenos Aires, donde enseñó el catecismo y labores a las niñas.
A finales de 1924 fue enviada al Sanatorio Marítimo, de Mar del Plata (400 kilómetros al sur de Buenos Aires), donde quedó a cargo del cuidado y educación de las niñas con tuberculosis ósea.
En Mar del Plata permaneció hasta 1928, cuando, debido a una seria afección pulmonar (tuberculosis), sus superiores resolvieron enviarle a Vallenar (norte de Chile), donde el clima sería más benévolo con su delicado estafo de salud.
Allí continuó trabajando al servicio de los enfermos ingresados en el hospital Nicolás Naranjo.
María Crescencia, cuyo proceso de beatificación se inició en 1986 y que fue declarada venerable en 2004 por Juan Pablo II, murió en Vallenar en 1932 y sus restos descansan en la capilla del colegio Nuestra Señora del Huerto, de Pergamino.
En una declaración, la Conferencia Episcopal Argentina destacó que la vida de la religiosa, a la que muchos llaman "sor dulzura", estuvo marcada "por la sencillez, la oración y el cuidado de los pobres y enfermos".
"Su vida de oración la llevó a una honda experiencia de Dios y a una profunda sintonía espiritual con los hermanos probados por el dolor. (...) La beatificación es una gracia singular para la Iglesia en Argentina", destacaron los obispos argentinos.
El país suramericano contaba ya con un santo -San Héctor Valdivielso Sáez- y seis beatos: Ceferino Namuncurá, Laura Vicuña, el enfermero Artémides Zatti y las religiosas María Ludovica de Angelis, María del Tránsito Cabanillas y Nazaria Ignacia March.