El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu.
ReutersTEL AVIV.- Israel y los palestinos de la Franja de Gaza parecen estar encaminándose a lo que podría ser otro devastador horizonte de guerra. "Continuaremos con nuestra ofensiva hasta que esté garantizado que nuestros ciudadanos en el sur del país puedan vivir en paz y seguridad", dijo Mark Regev, portavoz del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, este sábado por televisión.
Regev no descartó que se ordene una incursión terrestre de las tropas ya posicionadas frente a la pequeña franja. Pero tampoco parecía muy decidido. Y por buenas razones.
Repetir la ofensiva "Plomo Fundido" de 2008-2009 en el contexto de la actual situación del mundo árabe significaría correr un riesgo sin parangón. Por entonces, en los encarnizados combates murieron al menos 1.400 palestinos del enclave, en su mayor parte civiles. "Lo que en el pasado estaba permitido, ahora está prohibido por la evolución de los acontecimientos en el mundo árabe", advirtió el ministro de Exteriores tunecino, Rafik Abdel Salam, al visitar la ciudad de Gaza en gesto de solidaridad.
Para Netanyahu, que se encuentra a pocas semanas de las elecciones anticipadas que se celebrarán el 22 de enero, está todo en juego. Debe poner punto final a los ataques que en los últimos meses han ido in crescendo en las ciudades israelíes.
No obstante, existen dudas de que su decisión de atacar frontalmente a Hamas, agrupación que controla la Franja de Gaza, sea la correcta. En los últimos meses, el propio gobierno de Jerusalén admitió que los cohetes eran lanzados por pequeñas agrupaciones disidentes o insurgentes como la Yihad Islámica o los salafistas. Hamas observaba a lo sumo estas acciones sin intervenir.
El ex embajador de Alemania en Israel Avi Primor coincide en que no fue Hamas la agrupación que desató la violencia. Según el diplomático, los responsables son "agrupaciones fundamentalistas extremistas" que luchan por el poder en la Franja.
Al parecer Hamas llevaba adelante negociaciones secretas con Israel por un alto el fuego a largo plazo, y lo hacía junto con el jefe de su brazo armado, el palestino Ahmed Yaabari, que murió esta semana en una ejecución selectiva de Israel.
Al menos eso es lo que sostiene el activista en favor de la paz israelí Gershon Baskin. "El día en que mataron a Yaabari, la conducción de Hamas recibió desde Israel un borrador de acuerdo. Se esperaba que respondiera esa misma noche", apuntó.
Ahora los meses de esfuerzos por lograr una mediación entre ambas partes, en los cuales también participaron el gobierno de Egipto y Naciones Unidas, han quedado destruidos, lamenta el activista.
"A Yaabari no le interesaba sellar un acuerdo de paz con Israel, pero sí lograr un acuerdo que pusiera fin a los ataques con cohetes que son lanzados contra Israel", asegura Baskin. Regev, al ser consultado sobre estos contactos, sólo respondió: "Sin comentarios".
La política de mano dura israelí es respaldada por sus más estrechos aliados: el presidente estadounidense Barack Obama y la canciller alemana Angela Merkel tildaron a Hamas de responsable y destacaron el derecho de Israel a la defensa. No obstante, cabe preguntarse si los frágiles acuerdos de paz con Egipto y Jordania soportarán el peso de un enfrentamiento sangriento que dejara numerosas víctimas civiles en la Franja.
Netanyahu y muchos de sus compatriotas consideran poco probable que se produzca una paz con la parte palestina. La política de Jerusalén está más bien centrada en poner coto o reducir al máximo los daños sufridos, sin siquiera esperar que se logre una solución definitiva a los problemas de seguridad.
El "New York Times" describió la política de las reiteradas operaciones militares con la metáfora de "cortar el césped": si no hay paz, los enemigos, que siempre vuelven a crecer, deben ser mantenidos al ras, tal la pesimista lógica.