NAIROBI.- Kenia se prepara para elecciones presidenciales que se disputarán el lunes el primer ministro Raila Odinga y Uhuru Kenyatta, inculpado de crímenes contra la humanidad por la justicia internacional por su presunto papel en las matanzas registradas tras los anteriores comicios, mientras numerosos habitantes temen un nuevo ciclo de violencia.
Sin embargo, estas nuevas elecciones crean tantos temores como esperanzas.
Este país de más de 41 millones de habitantes donde subsisten fuertes desigualdades tiene un fuerte crecimiento (4,5% el año pasado), acaba de encontrar petróleo y la nueva Constitución, adoptada en 2010, permite esperar más igualdad y menos corrupción.
Kenia, un aliado tradicional de Occidente, es la locomotora económica de la región y un relativo polo de estabilidad en una África oriental que durante mucho tiempo estuvo afectada por guerras civiles, pero asombró al mundo hace cinco años cuando las anteriores elecciones terminaron en un baño de sangre.
La cuestionada victoria del presidente saliente Mwai Kibaki contra su rival Raila Odinga, el 27 de diciembre de 2007, hizo que los partidarios de este último salieran a las calles.
El conflicto político despertó los rencores étnicos sobre la propiedad de la tierra que existían desde la independencia, en 1963. Los conflictos entre las comunidades y la represión policial dejaron unos mil muertos y más de 600.000 desplazados.
El gobierno de coalición impuesto entonces por la comunidad internacional resistió, garantizando una paz relativa -más de 500 muertos en enfrentamientos localizados el año pasado- y desencadenando ciertas reformas urgentes en la justicia, la policía y el presupuesto. "Estoy impresionado por la cantidad de reformas realizadas", reconoció un experto occidental de alto rango que solicitó el anonimato.