Martín entregó en sus propias manos a Ratzinger el par de zapatos rojos antes del inicio de la misa principal que ofreció en su visita a México en marzo del año pasado.
ReutersLEÓN, MÉXICO.- Sorprendido y hasta incrédulo por la noticia de que Joseph Ratzinger mantendrá consigo, de toda la indumentaria de Pontífice, el par de zapatos que hizo especialmente para él, el mexicano Armando Martín, diseñador y fabricante, adelanta que diseña otros dos pares para el Papa emérito.
"La noticia de que el Papa seguirá usando los zapatos que con tanto amor le hicimos, aún me tiene gratamente consternado, tanto que hemos decidido regalarle" otros dos pares, dice Martín, que hace apenas 12 años abrió su fábrica de calzado de piel para caballeros en esta ciudad del centro de México.
Reconoce que el anuncio de la renuncia de Ratzinger podría incrementar sus ventas y exportaciones a Europa y Estados Unidos, pero insiste una y otra vez en que el mayor beneficio "es el reconocimiento público que hace con ese gesto a los mexicanos, a los latinoamericanos como gente capaz de hacer productos de primera calidad".
Los zapatos que el Papa emérito ha decidido llevar fueron el resultado de varios bocetos y entusiastas votaciones entre trabajadores de la firma Ackerman, propiedad de Martín, para dar con el modelo único denominado Benedicto, y hecho con piel de becerro nonato, detalla el empresario de 46 años, un zapatero de tradición familiar.
Martín entregó en sus propias manos a Ratzinger el par de zapatos rojos antes del inicio de la misa principal que ofreció en su visita a México en marzo del año pasado, narra el zapatero, mientras muestra retazos que quedaron de la pieza de fina piel con que confeccionó el calzado papal.
"Sabía que le gustarían porque nuestros productos son en general para un público exigente, pero no imaginé que tanto", añade Martín mientras muestra con orgullo el proceso casi artesanal con que se manufacturan sus productos.
En enero de 2012 Martín decidió que Ratzinger tenía que llevarse de Guanajuato, un estado mexicano con una importante industria de calzado, un par de zapatos hechos en su fábrica.
Sabía que apenas tenía tiempo para las varias pruebas de piel que implicó el reto, y ante todo tenía que conocer su talla.
Las autoridades eclesiásticas del estado la consiguieron, y entonces comenzaron los dibujos y tachones. "Pensamos en varios modelos... hasta en botines", recuerda sonriente.
"Lo más importante era guardar la elegancia y hacerlo lo más confortable posible, también que fueran seguros, por eso decidimos que no debían tener agujetas para evitar algún tropiezo si se desamarraban, tenían que ser fáciles de poner y fáciles de quitar, dada su avanzada edad, y finalmente escogimos el color rojo, después de ensayar con negro y azul, para que pudiera usarlo con su indumentaria", añade con satisfacción.