CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco hizo un especial recuerdo de Medio Oriente y de El Líbano y una referencia al acercamiento con las personas de fe musulmana durante sus palabras en la conmemoración del Via Crucis, la primera que realiza en su pontificado.
En ese plano, recordó el viaje realizado por su predecesor, Benedicto XVI. "Hemos visto la belleza y la comunión en esa tierra, y de la amistad de los musulmanes", expresó.
Francisco enfatizó el perdón amoroso de Dios al final de la conmemoración del Via Crucis, realizada en el recinto del Coliseo en Roma.
"Dios nos juzga amándonos. Si recibo su amor, estoy salvado; si lo rechazo, me condeno no por Él, sino por mí mismo. Sólo Él ama y salva", expresó.
También hizo un recuerdo a las personas "enfermas y ancianas" y los que sufren.
El Papa Francisco dio inicio a los ritos que conmemoran la Pasión de Cristo horas antes, con la liturgia de Viernes Santo en la Basílica de San Pedro. En un gesto de humildad, se tendió en el suelo y se mantuvo en oración durante varios minutos en un momento de la ceremonia.
Orar por "los niños expuestos a la violencia"
Durante la noche, el Pontífice llegó al Coliseo de Roma para presidir desde la colina del Palatino, que se encuentra frente al famoso anfiteatro, el tradicional Vía Crucis del Viernes Santo, el primero de su pontificado.
Francisco fue recibido por el alcalde de Roma, Gianni Alemanno, y acogido con aplausos por las varias decenas de miles de fieles que siguen el rito portando velas, en un ambiente de recogimiento.
El Vía Crucis discurre por el interior del Coliseo -el famoso anfiteatro Flavio, que recuerda los sufrimientos de los primeros cristianos-, continúa por delante del Arco de Trajano y concluye en la colina del Palatino.
El cardenal vicario de Roma, Agostino Vallini, llevó la cruz en la primera y última estación (la decimocuarta). Una familia italiana y otra india la transportaron en la segunda y tercera.
Un enfermo y tres voluntarios de Unitalsi, grupo católico italiano que lleva enfermos a Lourdes, portaron la cruz en la cuarta y quinta, y dos seminaristas la cargaron en la sexta y séptima.
Después, el símbolo de los cristianos fue portado por dos frailes franciscanos de la Custodia de Tierra Santa (en la octava y novena estación), y por dos religiosos, uno nigeriano y el otro libanés, en la décima y undécima estaciones.
En la duodécima y decimotercera estaciones la cruz fue transportada dos jóvenes de Brasil, país donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en julio próximo, a la que asistirá el papa Francisco.
Las meditaciones de las 14 estaciones del Vía Crucis fueron escritas por varios jóvenes del Líbano bajo la dirección del cardenal Becharas Boutros Rai, patriarca de la Iglesia Maronita, y fueron solicitadas por Benedicto XVI tras el viaje que efectuó a aquel país el pasado año.
En las mismas, los jóvenes denuncian las injusticias de los poderosos, exigen libertad religiosa y piden a los cristianos que sigan en Tierra Santa, a pesar, incluso, de la persecuciones que sufren.
Durante el paso de las estaciones que señalan los momentos culminantes de la Pasión de Cristo se repitieron las referencias a las personas con menos recursos, a quienes sufren y al perdón.
En la sexta estación se hizo un particular llamado a recordar "a los pobres, y a los niños expuestos a la violencia y la explotación".
También se hizo referencia al apoyo que necesitan los jóvenes que son "víctimas de las drogas".
Del mismo modo, se pidió por la paz en el Medio Oriente en la decimotercera estación, en la que se recuerda la muerte de Jesús en la Cruz.
El Vía Crucis del Coliseo romano fue instaurado en 1741 por el papa Benedicto XIV y, tras décadas de olvido, volvió a celebrarse en 1925.
En 1964, el papa Pablo VI acudió al Coliseo para presidir el rito y, desde entonces, todos los años acude el sucesor de San Pedro.
Ceremonia en basílica de San Pedro
Más temprano, miles de personas, entre ellas el Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, asistieron en la basíilca de San Pedro al rito del Viernes Santo, único día del año que no se oficia misa.
Tras la lectura de la Pasión de Cristo, el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano capuchino Raniero Cantalamessa, pronunció la homilía.
La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión.
Una cruz cubierta con una tela roja, colocada en el altar mayor de la Basílica de San Pedro, preside la solemne ceremonia.
La Pasión de Cristo fue cantada por tres diáconos, con la ayuda del Coro de la Capilla Sixtina. El sillón del papa está colocado frente a la imagen de San Pedro, a pocos metros del Altar Mayor.
El Papa fue ayudado en la ceremonia por los cardenales Kurt Koch y Giovanni Lajolo.