AMSTERDAM- A sus 46 años, Guillermo-Alejandro se convirtió hoy en el primer monarca de Holanda en más de un siglo de reinas en el trono. Sin embargo, también su popularidad está eclipsada por la de otra mujer: su esposa Máxima Zorreguieta, que según todas las encuestas es el miembro de la Casa Real mejor valorado por los holandeses.
Con todo, la imagen pública del nuevo rey de Holanda, apodado popularmente como "príncipe cerveza" por sus impetuosos años estudiantiles por su afición a la bebida alcohólica favorita de los holandeses, mejoró notablemente desde que se comprometió con la encantadora argentina hace 12 años.
Sencilla, amable, risueña, espontánea y guapa: a Máxima Zorreguieta no le resultó difícil ganarse en poco tiempo los corazones de los holandeses y contagiar esa gran popularidad a su esposo, humanizándole y acercándole más a los ciudadanos.
La pareja se conoció durante la Feria de Abril de Sevilla, en 1999, y se casó en Amsterdam el 2 de febrero de 2002. Los Príncipes de Oranje tienen tres hijas: Amalia, de nueve años, Alexia (siete) y Ariane (seis). Como hija mayor de Guillermo Alejandro, Amalia ocupa el primer lugar en la línea de sucesión, por lo que Holanda, en un futuro aún lejano, volverá a tener a una mujer en trono.
La influencia positiva que Máxima ha venido ejerciendo sobre Guillermo Alejandro se pudo apreciar claramente durante la excepcional entrevista que la pareja concedió el 17 de abril a la televisión holandesa. Un príncipe relajado, sencillo, de describió no ser un "fetichista del protocolo" y adelantó que, como rey, la gente podrá llamarlo "como desee".
De esta manera, Guillermo-Alejandro puso en evidencia su intención de modernizar la monarquía holandesa marcando distancias con su madre, la reina Beatriz, quien siempre mostraba cierta rigidez en sus apariciones públicas y no admitía otro título de tratamiento que "su Majestad". En cambio, la madre de Beatriz, la reina Juliana, quería que la tratasen sólo de "señora".
Guillermo Alejandro dijo en la citada entrevista que pretende ser "un rey que en el siglo XXI pueda unir, representar y motivar a la sociedad". Lo tendrá que hacer como un rey con menos poder que nunca en la historia de la monarquía holandesa, después de que el Parlamento en La Haya decidiera retirar al monarca la potestad de influir en la formación de los gobiernos.
El príncipe Guillermo-Alejandro sube al trono en un año en que la monarquía holandesa celebra su bicentenario. Y lo hace como primer monarca varón en 123 años, después del largo "matriarcado" de las reinas Emma (1890-1898), Guillermina (1898-1948), Juliana (1948-1980) y Beatriz (1980-2013).
Nacido el 27 de abril de 1967 como hijo primogénito de la entonces princesa Beatriz y el príncipe Claus, ya fallecido, Guillermo Alejandro estudió historia en la Universidad Estatal de Leiden, la más antigua de los Países Bajos. Durante su agitada vida estudiantil, el joven príncipe, un amante de los coches veloces, llegó a ser noticia nacional cuando después de una fiesta cayó con su automóvil en un canal de la ciudad.
Uno de sus profesores estigmatizó durante años a Guillermo-Alejandro después de haber afirmado que el Príncipe de Oranje es "una persona inteligente, pero de ninguna manera un intelectual".
Sin embargo, el disgusto que esta apreciación causó en la reina Beatriz fue ampliamente superado por la ira que desató un comentario despectivo del escritor Jeroen Brouwers, una de las grandes plumas de Holanda y temido polemista.
El irreverente autor dijo del príncipe heredero, de cara algo fofa, que "tiene el carisma intelectual de una lechuga y la profundidad de una tabla de surf". Según fuentes de la Casa Real holandesa, la reina sopesó demandar al escritor, quien dijo, después de enterarse de esta amenaza judicial, que le había entrado un ataque de risa que duró tres días.
Máxima contribuyó involuntariamente a ratificar las supuestas escasas dotes intelectuales de Guillermo-Alejandro al afirmar en holandés que su futuro esposo había estado "un poco tonto" durante una conferencia de prensa en Nueva York en marzo de 2001.
Cuando un periodista le preguntó en esa rueda de prensa qué pensaba del papel que había desempeñado el padre de la novia, Jorge Zorreguieta, como secretario de Agricultura durante la dictadura argentina (1976-1983), Guillermo-Alejandro intentó matizar la imagen negativa del régimen militar argentino citando a una "fuente independiente" que había enviado una carta al diario trasandino "La Nación" de Buenos Aires. Más tarde, el príncipe tuvo que presentar sus disculpas al conocerse que esa carta llevaba la firma... del mismísimo dictador argentino, Jorge Videla.
Un escándalo de ciertas proporciones afectó la imagen de Guillermo-Alejandro en Holanda cuando se supo en 2009 que había invertido millones de euros en un lujoso proyecto turístico en Mozambique, uno de los países más pobres de µfrica. Ante el alud de críticas en su país, el príncipe anunció la decisión de vender su propiedad a un precio simbólico.
En el mismo año 2009, Guillermo Alejandro se llevó el susto de su vida cuando un hombre intentó atentar contra la familia real durante la celebración del Día de la Reina, el 30 de abril, en la ciudad de Apeldoorn. El hombre dirigió su auto a toda velocidad hacia el autobús descubierto en el que la familia real recorría la ciudad.
Después de haber atropellado mortalmente a ocho personas, el conductor perdió el control del automóvil, que se incrustó en un monumento a unos 15 metros del autobús real. Según la policía nacional de Holanda, el kamikaze, gravemente herido, llamó poco antes de morir "fascista" y "racista" a Guillermo Alejandro.
Muy a su pesar, la Constitución holandesa obliga a Guillermo Alejandro a dimitir, después de subir al trono, como presidente de la Junta Asesora de Naciones Unidas sobre Agua y Saneamiento, cargo que ha venido ejerciendo desde 2006.
El nuevo rey tampoco podrá continuar como miembro del Comité Olímpico Internacional, donde este amante de los deportes siempre se sentía como pez en el agua. Y además tendrá que renunciar a sus grados militares, aunque ha anunciado que seguirá vistiendo su uniforme de general de brigada o capitán de fragata en algunos actos oficiales.
Sin embargo, para su investidura como rey, Guillermo-Alejandro no vistió uniforme militar, como sí lo hicieron todos sus antecesores varoniles, sino que lució un frac para resaltar su condición civil en un país de larga tradición pacífica y escasa identificación con la rígida solemnidad militar.