RÍO DE JANEIRO.- El gobierno brasileño intentaba comprender este viernes la furia y el descontento de la población tras masivas protestas, mientras la FIFA debió aclarar que la Copa Confederaciones no será suspendida y el Mundial de fútbol tendrá lugar el año próximo en Brasil.
Hartos de la corrupción, de la mala calidad de los servicios públicos, de los precios en alza y de los multimillonarios gastos públicos para el Mundial 2014, más de un millón de manifestantes salieron a las calles del país la noche del jueves.
La FIFA indicó que no discutió con las autoridades ni considerado hasta ahora suspender la Copa Confederaciones debido a las protestas y luego de que dos minibuses de la organización fueran atacados a pedradas el jueves por manifestantes en Salvador.
"La Copa de Confederaciones está teniendo lugar en Brasil y la Copa del Mundo tiene que tener lugar en Brasil. Y vamos a garantizar que esto ocurra de la mejor manera", dijo el secretario general de la FIFA, Jerome Valcke, a la prensa brasileña.
Saqueos en todo el país
Nuevas movilizaciones más pequeñas tenían lugar este viernes en 35 ciudades de Brasil, incluido el barrio de Jacarepagué, en el oeste de Rio y otras tres de la periferia de Rio, así como en varios puntos de la megalópolis de Sao Paulo, según un conteo del diario O Estado de Sao Paulo.
En Jacarepagué decenas de jóvenes encapuchados saquearon una concesionaria de automóviles y varias otras tiendas, provocando destrozos, según imágenes retransmitidas por la televisión.
El gobierno advirtió que las protestas pueden afectar la Jornada Mundial de la Juventud católica y la visita del papa Francisco, previstos en Rio del 23 al 28 de julio próximos, y donde se espera la concurrencia de dos millones de personas.
"Rio de Janeiro tiene los medios de garantizar la seguridad de los grandes eventos", aseguró a periodistas el gobernador del estado, Sergio Cabral. Pero advirtió que los excesos de policías y manifestantes "deben ser castigados".
El jueves de noche, Rio de Janeiro, Brasilia y otras ciudades vivieron escenas de caos, con saqueos, vandalismo y enfrentamientos con la policía en las mayores protestas callejeras en 21 años en Brasil.
Las manifestaciones han dejado dos muertos accidentales -un manifestante atropellado en Riberao Preto y una barrendera que murió de un ataque cardíaco en Belem tras la explosión de una bomba- y más de un centenar de heridos.