Reuters
WASHINGTON.- El número de personas dadas por desaparecidas tras el trágico desprendimiento de tierras ocurrido el 22 de marzo en una zona rural del estado de Washington cayó de 90 a 22 en las últimas jornadas, mientras que la cifra oficial de muertos es de 24, señalaron las autoridades.
El director ejecutivo del condado de Snohomish, Gary Haakenson, así lo indicó en la rueda de prensa con la que cada noche desde hace nueve días se informa del balance de víctimas y la evolución de las tareas de rescate de la que ya se considera la peor catástrofe natural del estado de Washington en el último siglo y uno de los peores desprendimientos de tierra de la historia de EE.UU..
Aunque la semana pasada se había llegado a hablar de al menos 26 fallecidos, las autoridades decidieron no incluir a ninguna persona en la lista de víctimas mortales hasta que su cadáver no haya sido analizado por los forenses.
De este modo, la cifra oficial de muertos es de 24, con 18 cadáveres identificados, mientras que el número de desaparecidos ha caído de 90 a 22 desde el sábado.
A pesar de que la mejora del tiempo facilitó las labores de búsqueda en las últimas horas, por el momento tan sólo se revisó un 5 por ciento del área donde se cree que pueden estar las víctimas de la fatídica avalancha de tierra y lodo que hace nueve días sepultó una zona rural del pequeño pueblo de Oso, a 60 kilómetros al noroeste de Seattle, uno de los principales centros urbanos del país.
Los únicos cinco supervivientes hallados hasta el momento, que se encuentran en situación grave en un hospital local, fueron rescatados el sábado 22 de marzo en las primeras horas tras la catástrofe y desde entonces no se ha encontrado ningún signo de vida.
Por eso, a medida que transcurren las jornadas, las autoridades, equipos de rescate, familiares y vecinos pierden la esperanza de hallar a alguien más con vida, de manera que se teme que el número final de muertos incluya a las 22 personas que aún se dan por desaparecidas y que muchos de los cadáveres no lleguen a recuperarse nunca.
La lluvia y el viento dificultaron la semana pasada las tareas de búsqueda en la amalgama de casas destrozadas, árboles y lodo en que el desprendimiento convirtió la zona.
Esas condiciones también dificultan la estimación del balance de víctimas, aunque las autoridades trabajan sobre la base de que unas 180 personas vivían en la zona sepultada.
El lunes pasado, en menos de 24 horas, la cifra oficial de muertos pasó de 8 a 14 y la de desaparecidos de 18 a 108 y, poco después, a 176.
Las autoridades redujeron el miércoles el número de desaparecidos casi a la mitad, aunque admitieron que desconocen la situación de otras 35 personas, de las que aún no se sabe si estaban en Oso en el momento de la catástrofe.
En los días posteriores al derrumbe salieron a luz numerosos documentos, estudios geológicos y comunicaciones gubernamentales que muestran, según los medios locales, que tanto los habitantes de la zona como las autoridades conocían el riesgo de un deslizamiento de tierra.
Sólo la mitad de las 49 casas destrozadas estaban habitadas de manera permanente, puesto que la población de Oso es variable, uno de los factores que alimentaban en un principio las esperanzas de las autoridades en que la cifra de reportados como desaparecidos incluyera a personas que no estaban en la zona en el momento del suceso.
La avalancha de lodo que aplastó las viviendas de esta pequeña zona rural no pudo llegar en peor momento, ya que se produjo el sábado por la mañana, cuando la mayoría de los residentes estaban en sus hogares y no en el trabajo o en las escuelas, como habría ocurrido en un día laborable.