NAIROBI.- El presidente de Ruanda, Paul Kagame, encendió hoy en Kigali, la Llama del Duelo Nacional que recordará durante los próximos cien días a las 800.000 víctimas del genocidio de 1994, ante miles de ruandeses que conmemoran hoy la tragedia.
El día de duelo nacional arrancó con el encendido de la antorcha en el Centro de Conmemoración del Genocidio de la capital ruandesa, en presencia de numerosos jefes de Estado y de Gobierno, además del secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon.
Kagame y líderes mundiales invitados colocaron coronas, antes de que el presidente ruandés prendiera la llama, sobre las 10:30 horas locales (06:30 horas de Chile), con la ayuda de Ban Ki-moon, según las imágenes televisadas en directo por la web oficial de la conmemoración del genocidio.
En los actos no hubo representantes de Francia, que canceló ayer su presencia en todos los eventos oficiales después de que Kagame acusara a los militares franceses de haber estado implicados en la preparación y "ejecución" de la matanza.
Posteriormente, el Tutsi Amahoro Stadium, que sirvió de refugio a 12.000 tutsis durante los días del terror, albergará una ceremonia con presencia de familiares de las víctimas procedentes de todo el país y representantes gubernamentales de numerosas naciones.
Tras guardar un minuto de silencio por los fallecidos, se esperan las intervenciones del Mandatario de Uganda, Yoweri Museveni, y la presidenta de la comisión de la Unión Africana (UA), Nkosazana Dlamini Zuma, cuyas palabras precederán a las de Ban Ki-moon y el propio Kagame.
A partir de las 15 horas locales (14 horas GMT) tendrá lugar una marcha ciudadana que partirá desde la sede del Parlamento y culminará en el mismo estadio deportivo, donde se celebrará una vigilia con canciones y proyecciones sobre uno de los episodios más sobrecogedores de la Historia.
El conflicto estalló el 6 de abril con el asesinato del presidente ruandés Juvenal Habyarimana, aunque existían indicios claros de la situación que se estaba gestando desde meses antes.
Al día siguiente, diez "cascos azules" belgas que protegían a la primera ministra Agathe Uwilingiyimana fueron asesinados junto con la dirigente, lo que llevó a Bruselas a ordenar la retirada de su contingente.
La matanza que siguió terminaría con la vida 800.000 personas en poco más de tres meses, muchas de ellas asesinadas a machetazos por milicias civiles.