LUXOR, Egipto.- Sin los tesoros que la hicieron célebre pero con la magia que todavía la rodea, la tumba del faraón Tutankamón tiene ya a su lado un doble que, nacido de una avanzada técnica, podría liberarla de turistas para que descanse en paz.
Justo antes de penetrar en el Valle de los Reyes, la inmensa necrópolis de la antigua Tebas, se halla la casa-museo de Howard Carter, el arqueólogo británico que en 1922 descubrió intacta dicha cámara funeraria.
En el terreno contiguo ha surgido un montículo artificial con una entrada a una reconstrucción de la experiencia de Carter.
Es la réplica de la tumba de Tutankamón, obra del estudio Factum Arte -con sede en Madrid- que fue obsequiada por la Unión Europea a Egipto en 2012 y que será inaugurada el próximo 30 de abril y abierta al público al día siguiente.
Tras pasar largo tiempo almacenada y ante la duda de cuál iba a ser su destino, las autoridades egipcias finalmente aceptaron que la copia se instalara en las proximidades de la ciudad de Luxor, en el sur del país, como se concibió en un inicio.
Esa nueva "hermana gemela" que le ha salido a la histórica tumba -a la que se accede atravesando un pasillo y una antecámara- pretende devolver "el espíritu de la arqueología", comenta el artista británico Adam Lowe, al mando del proyecto.
Unas luces tenues se encargan de ambientar el lugar, que también comparte con el original factores externos como la humedad o las altas temperaturas.
"Quitar el polvo de las paredes fue increíblemente difícil, entre otras cosas porque la pintura es muy frágil", sostiene Lowe, mientras enumera las dificultades que tuvieron para captar al detalle los elementos de la tumba real antes de reproducirla.
Hace ya cinco años que grabaron en 3D la cámara funeraria, con un único sarcófago en su interior. De esa fotografía se han servido para reflejar de la forma más fiel posible esa herencia cultural en paredes de poliéster con fibra de vidrio a las que han revestido con una especie de "piel" elástica y rugosa.
"Es impresionante la investigación que conlleva" el proceso, con retos como elaborar los materiales o desarrollar la tecnología, afirma el español Javier Barreno, encargado del montaje.
No se salvan de la imitación ni los parches, microbacterias y defectos acumulados desde la creación de la última morada del llamado "faraón niño", de la dinastía XVIII.
Tutankamón murió joven, tras un breve reinado entre 1332 y 1323 a.C. aproximadamente, pero fue el descubrimiento de sus tesoros lo que hizo que se desatara una fiebre por la egiptología.
Por muy valiosa información que el hallazgo aportara a los investigadores, siempre quedarán otros misterios por resolver, como qué pasó con el denominado "fragmento perdido".
Lowe explica que, durante años, una parte de la pared que fue retirada para sacar los objetos permaneció en la tumba, entre los escombros.
De repente ese trozo desapareció y puede que se encuentre guardado en los sótanos del Museo Egipcio de El Cairo, apunta el británico, que detalla que han reconstruido esa pared "extraviada" a partir de una pequeña fotografía en blanco y negro que Harry Burton tomó cuando la quitaron de su lugar.
En ese juego de ideas que surgen de la relación entre lo original y la copia, Lowe se reafirma en la necesidad de "revelar la biografía de esa tumba y hacer que la gente piense que la originalidad es activa" y va cambiando en el tiempo.
La puerta que se pierde y reaparece para la réplica es un ejemplo de esa actividad, como también lo son las propias sepulturas faraónicas.
"Las tumbas no fueron concebidas para ser visitadas, su originalidad residía en estar en un lugar cerrado; por eso, cuando se abren al público se está cambiando" su naturaleza, indica el artista.
Desde esa óptica, dice, el nuevo proyecto -que ha contado con el apoyo, entre otros, de la Fundación Factum y la asociación suiza Amigos de las Tumbas Reales de Egipto- se nutre de la "tumba más famosa del mundo y el descubrimiento arqueológico mejor documentado" con el fin de "concienciar sobre los problemas de conservación".
El facsímil podrá soportar más de medio millón de visitas al año, según sus autores. Si las autoridades egipcias lo creen conveniente, puede ser una opción para reducir y, llegado el caso, incluso parar la afluencia de turistas a la tumba original, que con más de 3.300 años de antigüedad sufre el desgaste del paso del tiempo y de la curiosidad humana.