CIUDAD DEL VATICANO.- El Papa Francisco da comienzo este sábado su histórico viaje a Tierra Santa, un peregrinaje que tiene un marcado carácter ecuménico y que busca fortalecer el diálogo con otras concepciones del cristianismo.
Al mismo tiempo, procura tender puentes en la relación con otras confesiones, según explicó la Santa Sede antes del inicio del recorrido.
El Pontífice da inicio a su recorrido en Jordania, y recorrerá luego Palestina e Israel en un periplo que emulará la histórica visita de Pablo VI a la misma zona hace cincuenta años.
Durante su visita a Jordania, Francisco será recibido en el palacio real Al-Husseini por el rey Abdalá II. Después celebrará una misa en el mismo estadio, donde impartirá la primera comunión a 1.400 niños.
El río Jordán, donde según las Escrituras fue bautizado Jesús, será la siguiente etapa durante el primer día de viaje. El Pontífice bendecirá las aguas, al igual que lo hizo Pablo VI.
El recuerdo de un encuentro histórico
El Pontífice, quien pernoctará en la nunciatura de Amán, concluirá la primera jornada de peregrinaje manteniendo un encuentro con 600 refugiados y enfermos en la Iglesia latina de Betania, a orillas de ese río.
Más adelante se trasladará a Belén, el lugar de nacimiento de Jesús, según la tradición. También será recibido por el Presidente de Palestina, Mahmud Abbas.
Entre otras actividades, el Pontífice visitará el campo de refugiados de Dheisheh, al sur de la ciudad.
A continuación, el Papa realizará varios encuentros ecuménicos en Israel y acudirá al Muro de los Lamentos, en una grieta del cual dejará un mensaje, como es la tradición.
El viaje de Francisco también rememora uno de los hitos más importantes del ecumenismo en el siglo XX, el encuentro entre Pablo VI y el patriarca ortodoxo Atenágoras, realizado el 5 de enero de 1964 en el Monte de los Olivos. Ambos líderes religiosos pusieron fin en ese lugar a la excomunión mutua entre ambas denominaciones católicas, que se había extendido durante 900 años.
El Papa es acompañado en la gira en Tierra Santa por dos amigos argentinos: el rabino de Buenos Aires, Abraham Skorka, y el profesor musulmán Omar Abboud.