La ciudad de Slaviansk, en la imagen, es considerada el bastión de los prorrusos, por lo que este lugar y sus alrededores suelen ser blanco del fuego cruzado.
ReutersANDRIIVKA, UCRANIA.- "Ayer por la noche todavía se escuchaban disparos, esta mañana volvieron a comenzar y todavía siguen. No hay ningún alto el fuego", afirmó el sábado Lila Ivanova, vecina del pueblo Andriivka, cerca de Slaviansk en el este de Ucrania.
"El alto el fuego tenía que haber entrado en vigor ayer a las 22 horas. Pero poco después empezaron los disparos de mortero y las ráfagas de armas automáticas. Esta mañana han empezado tiros de cañón y todavía siguen. Todo está como siempre: hay disparos mañana tarde y noche. Es difícil creer en un alto el fuego", prosigue esta mujer de 57 años que lidera el consejo municipal del pueblo.
Andriivka no está bien situado. Este pueblo de 1.400 habitantes se encuentra a 4 km de Slaviansk, el bastión de los separatistas prorrusos, que está rodeado por las tropas ucranianas y los habitantes están atrapados en el fuego cruzado. Se encuentran a 600 metros de las primeras posiciones del ejército ucraniano y casi a la misma distancia de los combatientes prorrusos.
"Esta mañana la artillería ucraniana ha disparado hacia la estación de tren de Slaviansk. Eran tiros de cañón, ahora noto la diferencia", sonríe Lila Ivanova. Mientras está hablando la artillería ucraniana dispara de vez en cuando desde lo alto de una colina que domina la ciudad de Slaviansk.
Hay una decena de casas destrozadas por la artillería. "Un vecino murió en un bombardeo hace unos días. Yo he encontrado restos de obuses en mi huerto y en mi casa, las ventanas estaban rotas", explico Ivanova enseñando algunos restos que se quedó de recuerdo.
Los habitantes de Andriivka han aprendido a vivir de esta manera. "Cuando nos sobrevuela un helicóptero sabemos que van a comenzar los bombardeos y que tenemos que tener cuidado. Eso significa que les han traído municiones a los soldados ucranianos que están al lado del pueblo", añadió.
La realidad humana del conflicto
Curiosamente ningún habitante no se ha preocupado por proteger las ventanas para evitar resultar herido por los cristales. "El que tiene que morir ahogado no acabará colgado. Nadie escapa a su destino", dijo Vera Alexandrova, otra vecina.
Lila Ivanova da una vuelta por el pueblo para ver las necesidades de alimentos y medicamentos que cada uno tiene, ahora que la situación ha empeorado desde que comenzaron los combates entre tropas ucranianas y separatistas, el 2 de mayo.
"Hace dos meses que estamos sin electricidad y sin gas. Estamos cocinando sobre fuegos de leña. Hace casi dos meses que no recibimos nuestras pensiones. Vivimos de conservas que teníamos en las despensas y lo que crece en nuestros huertos. Por suerte tenemos lo necesario para bombear agua", subraya Alexandrova.
Los vecinos aseguran que el ejército ucraniano impide la entrada de técnicos que podrían restablecer el agua y la electricidad.
Al final del pueblo, a unos 200 metros de la colina en la que están los tanques de las tropas ucranianas hay una pequeña iglesia ortodoxa. El padre Alexandre, que viene de un pueblo cercano para hacer las misas, también se muestra escéptico sobre el alto el fuego.
"El presidente ucraniano Poroshenko anunció que entraría en vigor una tregua. Pero tan solo una hora después comenzaron los disparos de artillería y de metralletas y ha muerto gente", comentó el padre Alexandre.